9 claves sobre cómo entender a un adolescente

Miles de padres, madres y docentes se preguntan a diario cómo entender a un adolescente con el que conviven o tratan a diario. No es para nada una labor fácil para los adultos pues tendemos a olvidar lo complicada que es esta etapa de la vida y cómo éramos cuando fuimos adolescentes. Por otro lado quizás sientas que no tienes nada en común con los adolescentes actuales y que comprender a estas nuevas generaciones es un desafío difícil que no puedes superar. Para nada.

Obviamente siempre hay diferencias entre las diferentes generaciones porque los contextos en los que han crecido son diferentes pero no es tan difícil comprender cómo piensan, el por qué de sus acciones, lo que les importa y qué ambicionan. La principal característica entre generaciones es que una es menos madura y desarrollada que la anterior y por lo tanto es preciso que los más «avanzados» en la aventura de la vida hagan un esfuerzo mayor por entender para poder ayudar después.

Eso no significa que para entenderlos tengamos que hacer lo que ellos/as hacen pero sí interesarnos por conocer lo que hacen y tender puentes con la juventud actual y estoy segura de que también con el/a joven que sigue viviendo dentro de ti y ya habías olvidado. Nos centraremos en los adolescentes de la Generación Z que son los nacidos entre 1994 y 2010, una generación que ha utilizado internet desde muy joven y se siente cómoda con la tecnología y las redes sociales. 

tabla de generaciones
como entender a un adolescente

1. Ni ellos mismos se entienden

Además de los cambios físicos que a veces tanto les angustia, les suceden los cambios y la inestabilidad emocional. En un momento pueden pasar de estar muy contentos y eufóricos a tener una sensación de desánimo, de tristeza, llanto o frustración. A los padres tanto vaivén e inestabilidad también les desconcierta profundamente y les preocupa que educarles sea tan complicado o que no sepan acertar con su hijo/a. Los adolescentes también sienten mucha inseguridad por esos cambios y son conscientes de ello cuando en muchas ocasiones se agobian y lloran sin saber el motivo concreto que los lleva a ese llanto, tristeza, pena o infelicidad.

Los adolescentes se debaten entre lo emocional y lo racional, es decir, por una parte, saben lo que tienen que decir o hacer como adolescentes que son y, por lo tanto, cómo deben actuar, reaccionar, responder y hablar como tal, y no como el niño que eran. Pero, por otra parte, late dentro de ellos su mundo emocional, todavía inmaduro, necesitado de la aprobación, del amor, de la cercanía de sus padres, de sentir que les importan y que les interesa su vida y lo que sucede en ella…, PERO… nunca lo reconocerán.

En esta ambivalencia entre lo racional y lo emocional surgen las conductas paradójicas del adolescente que tanto desesperan a los padres y madres. Te dicen una cosa por la boca pero con el corazón te están diciendo otra y el gran reto es saber leer los subtítulos de la escena. Ante un berrinche porque no les dejas hacer algo arriesgado pueden desatar la tormenta del siglo y decir barbaridades pero realmente están ocultando sus propias inseguridades y frustraciones que tienen que aprender a gestionar

Con frecuencia los adolescentes están en su mundo, y su mundo es su cuerpo, su móvil y sus amigos. Nada más. Al resto ni los ven ni los necesitan ni se preocupan por ellos porque solo se miran a ellos. Es un ensimismamiento egocéntrico y egoísta pero que irá desapareciendo con la maduración propia de su ser.

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Imagen de Dim Hou en Pixabay

2. Están viviendo la trasformación física más importante de la vida

Los científicos creen que la falta de autocontrol por ejemplo, se debe más a los problemas propios del desarrollo del cerebro y los papeles relativos del lóbulo frontal y las áreas del cerebro que manejan los centros de riesgo-recompensa, que probablemente contribuyen más a ese tipo de conducta. No está tan firmemente unido a las hormonas como pensábamos. Es preciso que tomemos el control y pensar por ellos hasta que su cerebro esté preparado para hacerse cargo.

Hace unos 15 años se pensaba que el cerebro ya estaba desarrollado del todo hacia los doce años. La neurobiología moderna ha demostrado que esto no es correcto y que el cerebro es el órgano más complejo del cuerpo y el que más tarda en desarrollarse, así que es el último órgano en llegar a la edad adulta y no lo hace del todo hasta llegar casi a los treinta años. Esto quiere decir que los adolescentes solo han recorrido tres cuartas partes del camino hasta tener un cerebro totalmente desarrollado.

Cómo entender a un adolescente tiene mucho que ver con entender su cerebro.

El cerebro adolescente tiene mucho de paradójico pues tiene sobreabundancia de sustancia gris (las neuronas que forman los ladrillos básicos del cerebro) y escasez de sustancia blanca (el cableado conector que facilita el flujo eficaz de una parte del cerebro a otra).

Tenemos cien mil millones de neuronas en nuestro cerebro y cien billones de sinapsis, que es lo que utilizan para «hablar entre ellas» y que sirven como puntos de conexión. Tenemos muchas de esas en los primeros años de vida y las vamos perdiendo a medida que nos hacemos mayores. En realidad, si no se usan se pierden y vamos construyendo conexiones cuando aprendemos cosas nuevas.

Estas sinapsis son necesarias para poder aprender y los adolescentes tienen una enorme ventaja pues tienen igual o más más sinapsis que un niño. Esto supone que aprenden más rápido y de manera más eficiente que los adultos. Por eso autores como Frances Jensen afirma que «los adolescentes son como máquinas de aprender.»

La clave está en los lóbulos frontales

El cerebro se construye de abajo arriba y de atrás adelante y su cableado también parte de las zonas posteriores. Los lóbulos frontales están más adelante, y se ocupan de la función ejecutiva, el juicio y el control del impulso. Son la sede de nuestra capacidad de conocer, juzgar, abstraer y planificar. Son la fuente de la autoconciencia y de la capacidad de evaluar los peligros y el riesgo, y utilizamos esta parte del cerebro para tomar decisiones sensatas.

El adolescente tiene el lóbulo frontal, pero no tiene esa conectividad tan rápida debido a que la mielinización todavía no ha finalizado. Esto permite que los adolescentes tengan niveles muy altos de conducta exploratoria. Esto es algo que puede ser bueno, pero la parte mala es que, quizá, les haga correr riesgos excesivos ya que puede que no tengan necesariamente la misma capacidad de juicio que un adulto.

Por eso es tan importante recordarles los peligros y las consecuencias, ya que una de las funciones ejecutivas de los lóbulos frontales incluye la «memoria prospectiva» que es la capacidad de acordarse de que se quiere realizar una determinada acción en un momento futuro. Esa es también la razón, y no solo vagancia, por la que siempre «olvidan» lo que les dijimos que tenían que hacer…

Tenemos que ser conscientes de todo esto y «ser» los lóbulos frontales de nuestros adolescentes hasta que su cerebro esté plenamente cableado, conectado y listo para funcionar solo. .

3. Está luchando por definir su identidad, su «Yo»

Para establecer su identidad, los adolescentes necesitan desarrollar su sistema de valores, es decir, qué consideran correcto y qué incorrecto, y hasta dónde consideran ético llegar para satisfacer sus intereses. También deben establecer sus opiniones e intereses, y no limitarse a repetir los de sus padres o los de su entorno. Nadie quiere ser copia de otra persona. Los adolescentes tienen que descubrir lo que pueden hacer y hasta dónde quieren llegar, lo que conlleva romper algunos límites y aferrarse a ideales y utopías. 

Y, por encima de todo, desean sentirse orgullosos de sus logros, lo que a menudo les genera cierta frustración, pues se mueven constantemente entre el ensayo y el error. Quieren ser respetados por lo que son, pero para eso primero deben saber quiénes son, forjar su identidad y analizar su coherencia interna.

Durante el proceso de búsqueda y construcción de la identidad, poco a poco los adolescentes dejan de idealizar su hogar y buscan relaciones con personas nuevas de las que aprenderán otras visiones de la vida y del entorno que los enriquecerán. Esto incluye especialmente, pero no solo, a personas de su edad con las que establecerán relaciones de confianza. De ahí la gran importancia de los amigos de adolescencia.

Sin embargo, esta búsqueda y construcción de la identidad conlleva un gran trabajo mental: deben reasignar certezas y verdades, esto es, cuestionar todo lo que han aprendido hasta entonces, incluidas las formas de vida de su familia y todo lo que les han transmitido sus progenitores, y también tienen que reevaluar todas las experiencias cotidianas, lo que los llevará a experimentar con comportamientos que a menudo (tal vez demasiado) los adultos no comprendemos, a pesar de que también pasamos por ello. 

El proceso de separación de la familia se denomina individualización” y puede empezar desde los diez o once años y hasta los 18 o 19. Algunas personas nunca llegan a realizar ese proceso de individualización o lo hacen muy tarde y ya en el periodo adulto.

Características de las la individualización:

  1. Los adolescentes necesitan descubrir quienes son.
  2. La individualización a menuda se asemeja a una rebelión porque están poniendo a prueba los valores de la familia.
  3. Los adolescentes sufren enormes cambios físicos y emocionales.
  4. La relación con los amigos/as prevalece sobre la familia.
  5. Los adolescentes exploran y ejercen su poder personal y autonomía.
  6. Tienen una gran necesidad de tener su propio espacio y privacidad lejos de los padres.
  7. Sienten vergüenza de sus padres.
  8. Se ven a si mismos como omnipotentes y piensan que lo saben todo.

Quieren probarlo todo para probarse a sí mismos y ver qué puede ser importante o revelador para ellos.

Sin embargo, esto puede llevarles a practicar actividades que saben no serían aprobadas por sus padres y por ello lo hacen a escondidas para evitar problemas y para no defraudarles al mismo tiempo.  De hecho, hemos de ser conscientes de que en muchas ocasiones no solo nos mienten para evitar broncas y castigos sino también lo hacen porque en el fondo nos quieren y quieren hacer lo que desean sin herir nuestros sentimientos y proteger la idea que tenemos de ellos/as.  Ni siquiera ellos saben  antes de hacer algo por primera vez si les gustará o no, pero si está prohibido la curiosidad les incitará aun más. 

Si hacemos un poco de memoria y recordamos cuando mentíamos en nuestra adolescencia lo hacíamos por las mismas razones. Porque ¿Qué sentido tenía decirles a nuestra madre que nos habíamos montado en una moto con un chico que quería demostrarnos el máximo de velocidad que cogía su moto en carretera? Si afortunadamente no había pasado ninguna desgracia, ¿Qué obteníamos con darle ese sufrimiento a nuestra madre al pensar lo que podría habernos pasado y encima ganarnos su desconfianza y un posible castigo?

Mejor mentir para no herir y evitar problemas.

Si lo pensamos fríamente, y dejando a un lado las situaciones que ponen en peligro la vida de las personas, el hecho de seguir a rajatabla las indicaciones de padres protectores que te dicen todo lo que no debes hacer porque puede ser peligroso o traerte problemas puede ser un problema en si mismo en el desarrollo y maduración de una persona. Si siempre hacemos lo correcto y nunca nos vemos metidos en problemas o cometemos errores ¿Cómo vamos a aprender de los errores, si es de los errores de lo que más se aprende?

Un adolescente necesita que seamos su GUIA, no su GUARDIAN, porque el control externo solo incita más a la rebeldía a estas edades.

4. Son un producto de la sociedad actual : La «Generación Z»

La Generación Z está compuesta por jóvenes cuyo espacio de confort se encuentra en la tecnología móvil, las redes sociales y el uso de internet hasta el punto de ser casi imprescindibles en sus vidas. Utilizan estas herramientas para desarrollar habilidades sociales, que luego aplican a situaciones de la vida real. Usan las redes sociales fundamentalmente para desarrollar y mantener relaciones con personas con las que están cerca, amigos y familiares, especialmente con aquellos a los que ven todos los días. También las usan para estar al día con las noticias.

Un diferencia fundamental con generaciones anteriores es el incremento del tiempo que pasan al día frente a las pantallas, ya sean estas de teléfonos inteligentes u otro tipo de dispositivos digitales. Esto ocurre no solo en el ámbito personal o del hogar sino también en el centro educativo. Relacionase con otras personas en línea se ha convertido en una nueva norma generacional que también les distingue de las anteriores.

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Los miembros de esta generación comparten el ser con frecuencia acusados por sus padres y otros adultos de hacer un uso excesivo de internet por parte de sus hijos y de acceder con demasiada facilidad a información e imágenes inapropiadas. Esto provoca muchos conflictos entre hijos/as y padres y tienen a quejarse de sufrir un excesivo control. De alguna manera el hecho de interactuar mucho más en el mundo virtual ha hecho que estas herramientas digitales también tengan un peso importante en la creación de su propia identidad. Un aspecto negativo es que son menos proclives a las relaciones cara a cara y se sienten más solos y excluidos.

Aunque creamos conocer a nuestros hijos e hijas y el mundo que les rodea, realmente ignoramos las conexiones que existen entre el mundo exterior y online (de Internet y redes sociales) y los comportamientos y actitudes que nos muestran a diario. Para poder entender mejor a nuestros adolescentes necesitamos conocer muy bien su mundo. Hay estudios como el de la psicóloga Isa Duque (@lapsicowoman) “Acercarse a la Generación Z” que desmenuza con detalle muchas de las cuestiones que nos preocupan a los adultos y que afectan más de lo que creemos a los adolescentes parte de esta generación Z.

Esa adicción que decimos tienen al móvil es algo que ya muchos adultos sufrimos y de lo que somos conscientes de ello, porque la inmediatez de la información y la comunicación engancha. Yo pienso que si con 16 años hubiera podido saber al segundo lo que hacía mi estrella de rock favorita también habría estado enganchada en las redes sociales 24/7, si me dejaran.

Nos guste más o menos el entorno virtual está aquí para quedarse y si queremos acompañar y guiar a nuestros adolescentes no podemos quedarnos atrás y soltarles de la mano. Tenemos que conocer bien su mundo para acompañarles mejor. No podemos caer el “orfandad digital,” es decir, que nos asuste un mundo virtual lleno de peligros y narcisismos y que nos impida acercarnos a nuestros jóvenes y haciendo que se vean en la obligación de averiguar en solitario el buen uso de las redes.

Tenemos que hacer un esfuerzo por mejorar nuestras capacidades de movimiento en el entorno tecnológico y por acercarnos al mundo de esta generación sin mala onda. Del mismo modo que no nos habría gustado que un adulto mirara con desprecio o asco nuestros recortes de Bon Jovi en la carpeta del instituto, ahora nos toca ser un poco más comprensivos con sus gustos actuales. Déjate llevar para comprenderles.

5. Están definiendo su propio código de valores

En la adolescencia tiene que elaborar su propio código de valores éticos y morales no basándose solo en los padres o el colegio, ahora existe un grupo más amplio de iguales y la sociedad en general, donde comienzan a verse como participantes. Al elaborar su propio código de valores muchas veces rechazan el de los padres y madres como producto de la afirmación de su yo porque se definen por oposición a los padres, que es de quienes fundamentalmente necesitan separarse para ser adultos. Ellos sienten la necesidad de ser autónomos e independientes… De decidir sin contar con nadie, desafiando todas las normas, pautas, criterios, límites, etcétera.

No obstante, el padre y la madre siguen siendo las figuras de referencia para los temas importantes, y los adolescentes necesitan hoy seguir oyendo la opinión de sus padres acerca de los valores éticos y morales. Probablemente no los sigan en este momento, pero es la semilla que irá germinando en un futuro. Curiosamente es en casa donde más demuestran su rebeldía conteniéndose mucho más en el mundo exterior al hogar. Lo hacen así porque es en casa donde más lo quieren y donde ellos se sienten seguros, queridos… Hagan lo que hagan, te vas a enfadar y te vas a cabrear, pero los vas a seguir queriendo y por ello se arriesgan. Es su espacio de testeo personal.

Tenemos la errónea creencia de que los adolescentes pueden controlar su a veces recalcitrante conducta, su ira o sus actitudes violentas y que se niegan conscientemente a escuchar lo que les proponemos o exigimos. Todo esto es falso. Antes de juzgar a nuestros hijos, debemos recordar que su cerebro a veces no es capaz de llegar a ciertos tipos de conclusiones y que quizás es nuestro papel ayudarles a llegar a ciertos razonamientos. A veces es difícil mantener la calma durante un estallido emocional, pero si nos paramos a pensar, casi todo ocurre por alguna razón.

6. Lo más importante son sus amigos/as

Cómo entender a un adolescente también implica entender su entorno exterior fuera del hogar y ahí sus amigos son la clave. La dimensión social adquiere más importancia para un adolescente entre los diez y once años, por lo que no basta que unos padres cariñosos le digan que es guapo, listo y estupendo. Necesitan que lo hagan los demás, la sociedad porque es ahí donde tendrá que vivir realmente la mayor parte de su vida y lo sabe. Y la sociedad son sus conocidos, compañeros, sus amigos. A todos tendrá que convencer de que es lo suficiente maduro, que es de fiar, que es inteligente y que sabe defenderse por sí solo/a.

Para el adolescente la aceptación del grupo y sentirse parte integrante de su propio sector social es muy importante. Les aterroriza que les marginen o señalen porque eso puede hacer que sean la presa de críticas y abusos. Es como una batalla social que necesitan ganar para obtener la aceptación de su tribu.

Al mismo tiempo se siente comprendidos por sus iguales que es con quienes pueden abrirse y desvelar sus miedos y dudas porque son las mismas. De esa forma se va gestando un vínculo muy fuerte hasta el punto de que las amistades se convierten en la pieza clave para sobrevivir esta etapa en la que a menudo se sienten perdidos y solas en su mundo.

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Por todas estas razones los adultos tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de criticar a sus amistades o cuestionar su comportamiento porque en cierto modo es como si lo hiciéramos a él/ella mismo. No es que quieran más a sus amigos que a sus padres, es que a sus padres ya los tienen y necesitan a sus colegas para ser ellos mismos, distintos a los que eran de niños, cuando su objetivo era contentar a sus padres.

Pero esta necesidad de conquistar su entorno y agradar a sus iguales no puede ser algo desbocado y sin control donde hagan cualquier cosa por destacar, liderar y ser aceptados. Para ello es para lo que necesitan aún a sus ejerciendo la autoridad. Aunque obviamente los adolescentes no lo reconozcan jamás, agradecen que los padres les pongan límites porque eso significa que pueden estar tranquilos porque siguen teniéndolos en la retaguardia vigilantes. Les reconforta saber que si la cosa se pone chunga o surgen problemas siempre los tendrán ahí para evitarles problemas mayores o ayudarles a solucionarlos. Si sus padres se retiran se sentirán al final perdidos o abandonados.

7. Recuerda cuando tu eras adolescente

A veces despreciamos o infravaloramos una opinión de un adolescente solo porque es demasiado joven para que nosotros reconozcamos que su idea o argumento es mejor que el nuestro. Es claramente un trato discriminatorio por la edad y muy posiblemente se basa en alguna debilidad o inseguridad propia ya que con frecuencia no podemos evitar proyectarnos en los otros y señalar en ellos cualidades que nosotras mismas tenemos, ya sean cosas positivas o, mucho más probablemente, negativas.  

Para evitar proyectarnos en nuestros jóvenes tenemos que despojarnos de nuestros “adultismos”y  hacer un trabajo de introspección para detectar nuestras propias sombras. Por ejemplo, si me molesta muchísimo que mi hijo olvide dejar las cosas en su sitio después de haberlas usado tendré que reflexionar si yo era o soy internamente así, o me gustaría seguir siendo así. De hecho ese era un defecto que yo he tenido siempre desde que era joven y que me ha costado mucho esfuerzo y años minimizar en mi vida diaria.

En el fondo me da coraje que mi hijo no recoja las cosas porque yo internamente soy así pero he tenido que “domesticarme,” aunque es cierto que me alegro de estar rodeado de más orden físico y mental en mi vida ahora. Luces y sombras. Cuando reflexiono y hago consciente esa propia sombra me es mucho más fácil entender a mis hijos y suavizar mis reacciones (puede incluso que esboce una sonrisa al recordarme a mí), aunque eso no les excuse de su responsabilidad.

Isa Duque nos propone hacer un ejercicio de introspección muy sencillo para reconciliarte con tu yo adolescente y así comprender a los adolescentes de tu alrededor de un modo más positivo. Busca una foto tuya de adolescente y mírala o si no tienes la foto cierra los ojos, y trae a tu mente a tu yo adolescente. Pon atención a qué ropa llevabas, cuáles eran tus prendas preferidas y qué tipo de moda te definía. Recuerda si esa ropa tenía que ver con algún «estilo urbano» y qué opinabas de la gente de otros estilos que nada tenían que ver con el tuyo. Intenta recordar también cómo te sentías con las personas que considerabas que eran como tú.

Recuerda qué música te gustaba, qué grupo o grupos eran tus preferidos y qué discos eran esos que te sabías de memoria (y que seguramente aún te sigues sabiendo). ¿Quién era tu artista o deportista preferido o preferida? ¿Tenías fotos, pósteres o algo de tu ídolo colgados en la habitación?” Recuerda tu casa, tu habitación, cómo te sentías cuando los adultos no te entendían o te recriminaban algo, cuando escondías cosas de tu propio cuerpo que te desconcertaban….

Recuerda qué cosas les contabas y cuales no o como negociabas las horas de vuelta a casa, tus amistades. etc. Recuerda tu instituto, tu grupo de amigos y con quien te llevabas bien o no tan bien….rescata todos esos recuerdos de tu yo adolescente, sus sentimientos, alegrías, soledad o tristezas. 

¿Qué has descubierto? ¿Crees que necesitabas más ayuda o comprensión de la que tuviste? ¿te habría gustado aprender más herramientas para lidiar con los malos momentos de aquellos tiempos? Este ejercicio de recuperar a nuestro yo adolescente es un excelente ejercicio de partida en el reto que te has puesto de ayudar a crecer a tu hijo/a o alumno/a adolescente.

Debemos sentirnos privilegiados por tener este rol tan importante en las vidas de otras personas y podemos aceptarlo como un regalo que también nos ayuda a nosotros mismos/as, a reconectarnos con nuestra adolescencia y con nuestro propio proceso de maduración y crecimiento ¡ que no ha terminado aún! Podemos incluso darle la vuelta y ver que nuestros adolescentes son los instrumentos que nos pone la vida para hacernos rejuvenecer y al mismo tiempo crecer como personas, en nuestra comprensión, paciencia y entrega hacia otros. Yo era consciente de ello siendo sólo docente y ahora como madre mucho más.

Algún lector o lectora estará pensando “si fuera todo tan sencillo como acercarnos y comprenderles… ¡es que no te dejan ni hablarles!” y es cierto, pero aprenderemos, si no lo sabemos ya, que ese rechazo hacia nosotros es parte del proceso de individualización y separación de sus referentes. Osea que para convertirse en Juan, Pepe y María tienen que descubrir quien es ese Juan, Pepe o María “adultos” en oposición a los demás adultos más cercanos y muy concretamente a quienes mejor conoce y quiere de su entorno, que son mamá, papá y sus profesores/as

8. La adolescencia es la etapa más fructífera

La adolescencia es una etapa de autoafirmación y eso puede llevar a veces a crear conflictos o conductas rebeldes por parte de los adolescentes pero al mismo tiempo es la etapa más creativa y fructífera de la vida. No la desaprovechemos. El adolescente tiene nuevos impulsos, deseos y necesidades que le mueven a transformarse en un ser más autónomo, independiente e y diferente.

Como recoge José Antonio Marina en «El talento de los adolescentes,» para ello van a desarrollar en esta etapa sus capacidades al máximo, porque no solo tienen mas capacidad de aprender y pensar que un niño, sino que además piensan y aprenden de una manera diferente, tomando mejores decisiones. La capacidad de decidir responsablemente es la núcleo del nuevo paradigma de la adolescencia. Tomar decisiones es sin duda lo más difícil a nivel mental pues implica sentir la atracción hacia ideas diferentes o incluso opuestas (el bien y el mal). Y decidir implica posteriormente actuar en consecuencia con esa decisión.

Por tanto lo más importante y lo que nos debe preocupar es cómo enseñar a nuestros adolescentes a tomar las mejores decisiones.

La decisión depende de dos factores: la motivación o las ganas de hacer algo y los sistemas de control del comportamiento (la voluntad). Una puede tener unas ganas tremendas de irse al cine con las amigas y cenar con ellas pero al mismo tiempo algo le dice que no debería porque mañana tiene un examen y no ha estudiado lo suficiente. Las mejores decisiones serán aquellas que tengas “buenas” motivaciones u un sistema de control que funcione bien.

Según Molina, la vida adulta es la edad de la realización, mientras que la adolescencia es la edad de la adquisición de posibilidades. «La adolescencia es la etapa en que se adquiere la ‘capacidad psicológica de hacer real lo posible. Esa es la característica esencial de la adolescencia. La adolescencia es el momento del empoderamiento del niño. El niño quiere y necesita convertirse en agente… hacerse cargo de los mandos y adueñarse de sus capacidades.»

Talento es el buen uso de la inteligencia que se demuestra eligiendo bien las metas, y movilizando los conocimientos, las emociones y las  destrezas ejecutivas necesarias para alcanzarlas, es decir, es una secuencia de buenas decisiones. La función de la inteligencia es dirigir el comportamiento

La «inteligencia generadora” es la que hace que no podamos estar sin pensar en nada y lo hace de forma automática, no consciente. Luego está la «inteligencia ejecutiva» que usa la experiencia y lo que le trae la inteligencia generadora para tomar decisiones y actuar, pero no siempre es obedecida, como cuando por ejemplo estoy triste y no puedo ordenarme a no estarlo, o tampoco se me ocurre una buena idea en una reunión. La separación entre estas dos funciones de la inteligencia no es tan rígida pues ambas están implicadas en una especie de “bucle prodigioso”.

Esta idea de la doble vertiente de la inteligencia va calando y consolidándose en obras y autores reconocidos como “Focus” de Daniel Coleman y Pensar rápido, pensar despacio de David Kahneman. La inteligencia ejecutiva alcanza su madurez en la adolescencia. Hay que reivindicar la adolescencia como una etapa decisiva, creadora y poderosa, y ayudar a su florecimiento. Es una etapa vital decisiva, porque en ella se abren gigantescas posibilidades de aprendizaje. Es el momento de adquirir fortalezas nuevas, de suplir carencias, de hacer proyectos.

Por ello, es necesario que entender a un adolescente al mismo tiempo que aprovechamos sus potencialidades en esta etapa. Hemos de enseñarles herramientas para ser y soñar con nuevas posibilidades, resistir las presiones del entorno pero también ser capaz de adaptarse a él y de resolver los problemas que plantea. Todo ello conforma una excepcional personalidad creadora.

9. La comunicación y escucha activa es la clave fundamental para entender a un adolescente

El ingrediente fundamental de la comunicación con los adolescentes es escuchar, no hablar y es precisamente la destreza menos desarrollada que tenemos. Con frecuencia nos quejamos de que no nos escuchan, es como si directamente tuvieran tapones en los oídos o desconectaran y sintonizaran otra frecuencia diferente a la nuestra. Pero debemos preguntarnos si nosotros les escuchamos con una escucha activa real, si esperamos a que nos digan lo que nos tienen que decir o explicar antes de empezar con nuestro “discurso” según el tema, o petición que nos estén planteando.

Volviendo a la idea de que somos sus modelos… ¿crees que está aprendiendo de ti la escucha activa, es decir, escuchar primero y hablar después? Hemos de reconocer que la escucha activa no es fácil y no lo es porque durante un diálogo o conversación se meten por medio muchas cosas como nuestros pensamientos, prejuicios, sentimientos, nuestro propio ego, preguntas y dudas internas en relación a lo que nos estamos diciendo.

Y sobre todo nuestro YO que se vuelve omnipresente en cualquier conversación y tendemos a tomarnos las cosas muy a lo personal y yo diría que mucho más en el caso de nuestros hijos. Y ello es así porque tendemos a hablar mas de la cuenta y decirles cómo tienen que hacer las cosas todo el tiempo. A veces incluso nosotros fallamos en eso mismo que decimos y no somos un buen modelo pues no predicamos con el ejemplo.

Barreras que nos impiden escuchar activamente:

  1. En seguida nos volcamos en lo que les ocurre a nuestros hijos y vamos a “su rescate” sin apenas dejarles tiempo de verbalizar lo que piensan y sienten sobre ello, y por tanto intentar que sean ellos mismos los que reflexionen y averigüen o solucionen el posible problema que se les plantea
  2. Interrumpir cuando nos hablan para meter una enseñanza moral o “lección” de la vida,
  3. Neutralizar, rechazar o banalizar rápidamente en la conversación sus propios sentimientos haciéndoles ver qué otros sentimientos deberían tener en vez de esos. “No seas tonto y te ralles si Juan no ha querido hoy llamarte para salir con los amigos, tienes que estar contento porque así tendrás tiempo para hacer otras cosas…”
  4. Saltar rápidamente con nuestra propio opinión sobre un tema porque es algo que realmente nos preocupa internamente pero queremos aparentar estar muy seguros pero de algo delante de nuestros hijos y así evitar que ellos mismos duden sobre ello. 
  5. Tomarnos las cosas muy personal y saltamos a la defensiva sobre algo que probablemente no tenemos tampoco resuelto nosotros mismos o nos “escuece” en silencio.
  6. Usar la información que nos dan durante la conversación para inmediatamente tomar medidas de castigo, o para criticarles o asignarles un adjetivo denigrante por su comportamiento o forma de pensar.

Cómo entender a un adolescente: Video guía

Y este otro vídeo del fantástico terapeuta Antonio Ríos «Claves para entender a tu hijo/a adolescente»


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