Neurociencia y educación: El cerebro adolescente

Los adolescentes son máquinas de aprender

Frances Jensen

La unión de neurociencia y educación nos deja la publicación del libro “El cerebro adolescente: Guía de una madre neurocientífica para educar adolescentes”, por la neurocientífica y madre Frances E. Jensen. En este libro se nos da valiosísima información para entender qué pasa por la cabeza de nuestros hijos/as y alumnos/as adolescentes y por qué tenemos tantos conflictos con ellos/as.

Es sin duda un libro que recomiendo a toda persona que quiera profundizar en el modo de ser de los adolescentes y en aspectos concretos del desarrollo neuronal en la adolescencia. Es un manual con una excelente base científica que nos ayuda a entender cómo funciona la mente adolescente y aporta claves para ayudar a los jóvenes a hacerse adultos.

La autora, Neuróloga y madre, es una científica muy respetada a nivel internacional por sus estudios sobre el cerebro adolescente y consejera para diversas asociaciones e instituciones oficiales en Estados Unidos. En esta entrada vamos a resumir ideas clave de este libro donde Jensen desmiente mitos sobre la adolescencia y nos ofrece consejos prácticos para afrontar esta compleja etapa vital. También tienes el enlace al libro para poder aprender de primera mano sobre el maravilloso cerebro adolescente:


Efectivamente, quienes somos padres o madres de hijos/as adolescentes sabemos que la adolescencia es una época emocionante pero también desconcertante de la vida. Los adolescentes no son una especie alienígena, sino más bien incomprendida. Los conflictos con los adolescentes suelen surgir de que los padres intentan entender y se preocupan mucho por los riesgos que corren los adolescentes. También se preocupan por los estallidos emocionales excesivos que parecen tener.

En realidad, la biología está detrás de ello. Son diferentes a los adultos aunque sus cuerpos parezcan los de adultos ya formados. Las diferencias tienen unas importantes razones fisiológicas y neurológicas que Frances Jensen nos explica sobre el cerebro. Veremos cuáles son las limitaciones de nuestros adolescentes y qué hacer para ayudarles y no enfadarnos, no sentirnos desconcertados/as o simplemente no echarnos las manos a la cabeza cuando nos crispan los nervios y estamos a punto de rendirnos.

“El cerebro no se desarrolla del todo hasta casi los treinta años”

Frances E. Jensen

Tenemos la errónea creencia de que los adolescentes pueden controlar su a veces recalcitrante conducta, su ira o sus actitudes violentas y que se niegan conscientemente a escuchar lo que les proponemos o exigimos. Todo esto es falso. Antes de juzgar a nuestros hijos, debemos recordar que su cerebro a veces no es capaz de llegar a ciertos tipos de conclusiones y que quizás es nuestro papel ayudarles a llegar a ciertos razonamientos. A veces es difícil mantener la calma durante un estallido emocional, pero si nos paramos a pensar, casi todo ocurre por alguna razón biológica. 

Neurociencia y educación: Entendiendo el cerebro adolescente

Todos los adolescentes están cambiando e intentando descubrirse a sí mismos. Su cerebro y su cuerpo experimentan una completa reorganización y no son los únicos culpables de sus imprudencias, sus groserías y sus despistes. Casi todas estas cosas tienen una explicación neurológica, psicológica y fisiológica. Como padres o educadores, nos lo debemos recordar todos los días, y, a veces, cada hora.

Los científicos creen que se debe más a los problemas propios del desarrollo del cerebro y los papeles relativos del lóbulo frontal y las áreas del cerebro que manejan los centros de riesgo-recompensa, que probablemente contribuyen más a ese tipo de conducta. No está tan firmemente unido a las hormonas como pensábamos. Es preciso que tomemos el control y pensar por ellos hasta que su cerebro esté preparado para hacerse cargo.

Neurociencia y educación: Adolescentes y un cerebro en formación

Entre todos los órganos del cuerpo humano, el cerebro es la estructura más incompleta en el momento de nacer, con un tamaño de solo el 40 % del que tendrá en la madurez. El tamaño no es lo único que cambia. Durante el desarrollo cambia todo el cableado interno del cerebro ya que su crecimiento requiere mucho tiempo.

Hace unos 15 años se pensaba que el cerebro ya estaba desarrollado del todo hacia los doce años, al principio de la pubertad. La neurobiología moderna ha demostrado que esto no es correcto y que el cerebro es el órgano más complejo del cuerpo y el que más tarda en desarrollarse, así que es el último órgano en llegar a la edad adulta y no lo hace del todo hasta llegar casi a los treinta años. Esto quiere decir que los adolescentes solo han recorrido tres cuartas partes del camino hasta tener un cerebro totalmente desarrollado.

El cerebro adolescente tiene mucho de paradójico pues tiene sobreabundancia de sustancia gris (las neuronas que forman los ladrillos básicos del cerebro) y escasez de sustancia blanca (el cableado conector que facilita el flujo eficaz de una parte del cerebro a otra).

Por eso el cerebro es como un Ferrari aún por estrenar: está preparado y con el depósito lleno de carburante, pero aún no ha sido probado en la carretera. En otras palabras, está todo dispuesto pero no sabe muy bien adónde ha de ir.

Tenemos cien mil millones de neuronas en nuestro cerebro y cien billones de sinapsis, que es lo que utilizan para «hablar entre ellas» y que sirven como puntos de conexión. Tenemos muchas de esas en los primeros años de vida y las vamos perdiendo a medida que nos hacemos mayores. En realidad, si no se usan se pierden y vamos construyendo conexiones cuando aprendemos cosas nuevas.

Estas sinapsis son necesarias para poder aprender y los adolescentes tienen una enorme ventaja pues tienen igual o más más sinapsis que un niño. Esto supone que aprenden más rápido y de manera más eficiente que los adultos. Por eso la autora afirma que «los adolescentes son como máquinas de aprender.»

El adolescente tiene el lóbulo frontal, pero no tiene esa conectividad tan rápida debido a que la mielinización todavía no ha finalizado. Esto permite que los adolescentes tengan niveles muy altos de conducta exploratoria. Esto es algo que puede ser bueno, pero la parte mala es que, quizá, les haga correr riesgos excesivos ya que puede que no tengan necesariamente la misma capacidad de juicio que un adulto.

La clave está en los lóbulos frontales

El cerebro se construye de abajo arriba y de atrás adelante y su cableado también parte de las zonas posteriores. Los lóbulos frontales están más adelante, y se ocupan de la función ejecutiva, el juicio y el control del impulso. Son la sede de nuestra capacidad de conocer, juzgar, abstraer y planificar. Son la fuente de la autoconciencia y de la capacidad de evaluar los peligros y el riesgo, y utilizamos esta parte del cerebro para tomar decisiones sensatas.

El cerebro madura de atrás hacia adelante durante la adolescencia, por lo que los lóbulos frontales son los menos maduros, un hecho de suma importancia. La parte más importante del cerebro humano —donde se juzgan las acciones o situaciones y se toman las decisiones— está justo detrás de la frente, en los lóbulos frontales y es la última parte del cerebro que se desarrolla. La última parte en conectarse completamente es la parte delantera del cerebro, el lóbulo frontal.

Por eso es tan importante recordarles los peligros y las consecuencias, ya que una de las funciones ejecutivas de los lóbulos frontales incluye la «memoria prospectiva» que es la capacidad de acordarse de que se quiere realizar una determinada acción en un momento futuro. Esa es también la razón, y no solo vagancia, por la que siempre «olvidan» lo que les dijimos que tenían que hacer…

Tenemos que ser conscientes de todo esto y «ser» los lóbulos frontales de nuestros adolescentes hasta que su cerebro esté plenamente cableado, conectado y listo para funcionar solo. .

Respecto a si hay diferencias entre chicos y chicas, parece que los chicos, en general, están unos dos años por detrás de las chicas en lo que se refiere a completar su desarrollo cerebral, especialmente respecto a la poda de las sinapsis y la mielinización que está aislando dichas conexiones. No obstante, cada caso es diferente ya que hay chicas tardías y muchos chicos precoces.

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Neurociencia y educación: Adolescentes son más vulnerables al estrés y enfermedades mentales

Efectivamente los adolescentes son más vulnerables al estrés por su mayor respuesta inconsciente a estímulos emocionales. Los niveles de estrés que en un adulto podrían ser temporales, perduran más en un adolescente y pueden hasta derivar en trastornos por estrés postraumático o depresión años más tarde.

Debido a la plasticidad sináptica, que es cómo se crean y moldean las sinapsis y conexiones según las experiencias, un niño que toca a diario un instrumento desarrolla un mayor número de conexiones relacionadas con el oído musical.

Pero por otro lado también pueden aparecer conductas no deseadas como la predisposición a sufrir adicciones. Esto es así porque la adicción es otra forma de aprendizaje que crea sinapsis más potentes en el circuito de las recompensas en los adolescentes que en los adultos.

Es importante insistir en este punto ya que su cerebro es más vulnerable y las drogas les afectan en mayor medida. En definitiva, todo lo que ocurre durante la adolescencia puede en un futuro cambiar permanentemente la estructura del cerebro.

Por otra parte, dormir menos de lo suficiente también puede reducir la plasticidad sináptica y la privación del sueño genera también estrés. Los adultos empezamos a segregar melatonina -la hormona que nos adormece- alrededor de las nueve de la noche. Los adolescentes, en cambio, segregan la melatonina a partir de las 11 de la noche.

Esa es la razón por al que les cuesta tanto irse pronto a la cama y a su vez les cuesta despertarse pronto debido a un ciclo de sueño «equivocado.» Muchos adolescentes arrastran por ello falta de sueño de forma crónica que nos invitar a reflexionar sobre si deberíamos tener en cuenta la biología a la hora de planear la jornada escolar, por ejemplo.

Cuando acusamos a las hormonas, lo que hacemos es echarle las culpa al mensajero. Lo más importante que debemos tener en cuenta es que el cerebro adolescente «ve» estas hormonas por primera vez. Por esta razón, el cerebro no ha averiguado todavía cómo ha de ajustar la reacción del cuerpo a este nuevo influjo de las sustancias químicas.

Las hormonas sexuales son particularmente activas en el sistema límbico, el centro emocional del cerebro. Esto explica en parte por qué los adolescentes no solo son emocionalmente inestables, sino que buscan experiencias de mucha carga emocional o excitantes. Existen diversos estudios realizados con escáneres IRM funcionales que nos indican que los adolescentes responden el doble ante un estímulo emocional.

Esto último es una espada de doble filo pues tenemos un cerebro siempre al acecho y ansioso de estímulos, pero incapaz de tomas decisiones maduras.

Lo mismo pueden ser maquinas de aprender o autodestruirse si no toman decisiones adecuadas. Por todo esto, es importante que mantengamos una buena relación con nuestros hijos ya que experimentan niveles muy altos de estrés y van a necesitar de nuestra ayuda, incluso en sus primeros años como adultos. Nos corresponde a nosotros realizar un ejercicio de control y pararnos a pensar antes de emitir un juicio.

Durante la adolescencia, más que en cualquier otra época, los sentimientos mandan en nuestra vida. Lo habitual es que el adolescente esté muy animado o completamente deprimido, y pocas veces se encuentra en un estado intermedio.

Además de la adrenalina, hay otra sustancia neuroquímica, el cortisol, que contribuye a esa ebullición emocional del adolescente. odas las emociones negativas —el estrés, la preocupación, la ansiedad, la ira— se han relacionado de forma significativa con niveles superiores de cortisol. Y lo mismo ocurre con la soledad; 

El nivel de ansiedad de los adolescentes es elevadísimo por la infinidad de problemas societales que han de afrontar, una vida familiar menos cohesionada y la exposición a todo tipo de estímulos en Internet, por no hablar de las fantasías de las redes sociales. Son niños normales en todo lo demás, pero cuya capacidad de desenvolverse en la vida puede quedar muy mermada por el estrés.

El estrés es de suma importancia en el trauma emocional. Los adolescentes, comparados con el resto de la población, están mucho más expuestos a traumas emocionales, cuyas consecuencias para su cerebro en desarrollo pueden ser devastadoras. Sumado a un sistema de reacción al estrés ya más que activo, puede producir estragos en el cerebro adolescente. Sin tratamiento, quienes padecen TEPT corren peligro de quedarse paralizados por el miedo y la ansiedad el resto de su vida.

La depresión es un problema de los adolescentes, una realidad que va en aumento, y cada vez son más quienes así lo reconocen. La prevalencia general de la depresión durante la adolescencia es mayor que en la infancia. Los trastornos del humor en general, incluidos la depresión, el trastorno bipolar y los trastornos de ansiedad, son los cuadros psiquiátricos que con mayor frecuencia se diagnostican entre los adolescentes.

A continuación están los trastornos de ansiedad y alimentarios, muy presentes en la adolescencia. Informes recientes señalan que vivimos una auténtica epidemia de trastornos de ansiedad y similares entre los adolescentes. El estrés afecta más al cerebro adolescente, por lo que no es extraño que la ansiedad sea prevalente en esa edad y desemboquen en trastornos físicos.

Los síntomas agudos e inmediatos de la anorexia o la bulimia son preocupantes cuando implican riesgos mayores: en algunos estudios se comprueba que la mitad de los adolescentes con anorexia nerviosa han pensado alguna vez en el suicidio, y casi el 10 % lo han intentado. Nada menos que el 16 % de ellos decían que habían tenido ideas suicidas, y el 8 % había intentado suicidarse. Las chicas lo intentaban tres veces más que los chicos.

Un estudio reciente realizado en Alemania y publicado en 2013 mostraba que la mitad de todos los adolescentes con anorexia tenían algún otro diagnóstico psiquiátrico, sobre todo depresión. La depresión adolescente tiende más a ser crónica y va asociada a un riesgo de suicidio treinta veces superior. El suicidio es la principal causa de muerte en la adolescencia y primeros años de la madurez.

Neurociencia y educación: Los adolescentes, la excitación y las emociones

Las áreas de sus cerebros tienen más células y más conexiones, y son más activas. Las partes emocionales de su cerebro, su sistema límbico, está también más activo en esas edades. Sin embargo no tiene los efectos de modulación del lóbulo frontal a la hora de calmar a las personas cuando notan desencadenantes emocionales. Se han realizado estudios con escáneres IRM funcionales en adolescentes humanos comparándoles con niños y con adultos.

Los adolescentes responden, literalmente, el doble ante un estímulo emocional. Es como si estuvieran experimentando las emociones en tecnicolor y nosotros los adultos las vemos en blanco y negro.

De este modo, los adolescentes tienen áreas emocionales muy activas, porque estas se encuentran en la parte trasera del cerebro, y forman parte del sistema límbico. Las emociones, la sexualidad, riesgo, recompensa, deseo… todo eso está situado en esta área. Todo esto está muy bien conectado en la adolescencia pero sin la capacidad del lóbulo frontal para devolver las señales que controlan un impulso y le dicen: “Mala idea, no lo hagas”, o “Quizá no deberías hacer esto.”

El hipotálamo es una parte del cerebro de estructura parecida a la del caballito de mar situada debajo del lóbulo temporal. El hipotálamo es el auténtico «caballo de tiro» del cerebro para el procesamiento de la memoria y también se utiliza para codificar y recuperar los recuerdos. Tiene la mayor densidad de sinapsis excitadoras del cerebro. Es una colmena virtual de actividad y se pone en marcha con cada experiencia.

El hipotálamo del cerebro adolescente está relativamente «sobrecargado» en comparación con el del adulto.

Junto al hipocampo, en otra parte del sistema límbico y debajo del lóbulo temporal, hay otra estructura cerebral fundamental: la amígdala, que interviene en la conducta sexual y emocional. Es muy sensible a las hormonas, como las del sexo y la adrenalina. Es una especie de sede de la ira, y se ha demostrado, en experimentos con animales, que cuando se la estimula se producen comportamientos similares a los de ira. La imagen del sistema límbico podría ser la de un cruce de caminos del cerebro, en el que confluyen las emociones y las experiencias.

El carácter explosivo del adolescente se cree que se debe, en parte, a que su amígdala es aún inmadura y está un tanto desenfrenada y excesivamente eufórica.

Esto explica también en parte la histeria con que responde a sus padres el adolescente cuando le dicen que no a cualquier cosa que les pida que piensa que es perfectamente razonable. Si esta amígdala inmadura se suma a un lóbulo frontal débilmente conectado, la receta de un potencial desastre está completa.

Neurociencia y educación: Las conductas de riesgo

Padres y profesores saben que los adolescentes son impulsivos y más dados que los niños y los adultos a correr riesgos. Parece que lo novedoso y la búsqueda de sensaciones motivan cada uno de sus actos. Y si no son riesgos, es rebeldía: contra los padres, contra los profesores, contra cualquier figura de autoridad. Desde un punto vista evolutivo, es una conducta comprensible. La adolescencia es la época de la vida en que el joven abandona la comodidad y la seguridad de los padres para explorar el mundo e independizarse.

En realidad, conviene que el adolescente adopte una conducta experimental, porque le ayuda a establecer su autonomía. Pero el problema del adolescente es la inmadurez de su corteza frontal, que le impide prever o entender posibles consecuencias de sus actos independientes, de modo que está mal equipado para sopesar los posibles perjuicios de las conductas de riesgo. Por mucho que el asumir riesgos y aventurarse sea a la larga una estrategia evolutiva, a corto plazo encierra enormes peligros.

Los científicos llaman a ese correr riesgos «conducta de decisión subóptima», y la mayoría de los adultos atribuyen las decisiones subóptimas de los adolescentes a su impulsividad, su irracionalidad, el egocentrismo propio de la juventud o el omnipresente sentido de invulnerabilidad. En general, su cerebro tiene un mayor sentido de la recompensa que el del adulto y, la liberación de dopamina, y la reacción a ella, mejora en el cerebro adolescente.

Por esta razón, la búsqueda de nuevas sensaciones está relacionada con la pubertad, cuando los sistemas neuronales que controlan la excitación y la recompensa son particularmente sensibles. Pero dado que los lóbulos frontales solo están débilmente conectados a las otras partes del cerebro, al adolescente le cuesta más ejercer el control cognitivo sobre las situaciones que puedan ser peligrosas.

En experimentos con IRMf, cuando los sujetos adultos cometen un error, se enciende su corteza cingulada, como si dijera: «Oye, chaval: será mejor que no lo vuelvas a hacer». En el adolescente, esta parte del cerebro aún se está cableando; por esto, aunque reconozca que se ha equivocado, le es más difícil aprender del error.

Los estudios demuestran la gratificación está en la base de la impulsividad de los adolescentes, y los que adoptan conductas de riesgo nunca, o muy raramente, han vivido consecuencias negativas, por lo que tienen más probabilidades de repetir esa conducta imprudente para obtener mayor gratificación.

Exactamente igual que la PLP y la memoria, la adicción se produce porque una droga u otro estímulo placentero activan estas sinapsis. La consecuencia es que estas sinapsis muy plásticas y activas reaccionan fortaleciendo sus conexiones, lo cual provoca mayor liberación de dopamina como respuesta a cada experiencia estimulante.

Por consiguiente, la adicción está mejor «cableada» en el cerebro adolescente y, como bien saben los centros de rehabilitación, también cuesta más conseguir que el adolescente se desintoxique y se fracasa con mayor frecuencia en el intento.

Esta es, pues, la paradoja: la adolescencia es una fase del desarrollo en que el joven tiene extraordinarias capacidades cognitivas y elevados índices de aprendizaje y memoria porque aún se encuentra en lo más alto de la plasticidad sináptica de la infancia. Estas capacidades le dan una ventaja exclusiva sobre el adulto, pero al estar tan bien dispuesto para aprender, también es extremadamente vulnerable a aprender cosas erróneas.

Esto significa que la mínima estimulación del cerebro adolescente, cuyas sinapsis disparan por doquier, genera un ansia de más estimulación, la cual, en determinadas circunstancias, se puede traducir en una especie de exceso de aprendizaje. El nombre más común para tal exceso de aprendizaje es «adicción».

Neurociencia y educación: La invasión digital del cerebro adolescente

En la adicción a Internet interviene el mismo centro de la recompensa que en las drogas.

La tendencia del adolescente a la adicción se produce asimismo en una época de exploración, cuando la persona intenta tomar decisiones, pero también cuando experimenta con el mundo virtual. El propio aislamiento social puede ser un elemento estresante para el adolescente que, solo y en su habitación, deambula por el mundo digital.

Actualmente, los adolescentes y jóvenes de veintitantos años forman la primera generación de personas expuestas a esa enorme cantidad de distracciones electrónicas, y, por consiguiente, vulnerables a muchísimas influencias nuevas. La tecnología es una nueva oportunidad de búsqueda de lo nuevo, y el cerebro del adolescente es muy fácil de estimular, por lo que basta con que irrumpa el último juguete electrónico para que se distraiga. 

Neurociencia y educación: Las diferencias de género

Hay diferencias constantes entre el cerebro masculino y el femenino, pero son diferencias sutiles. La capacidad de decir unas determinadas palabras en realidad reside en dos zonas particulares del cerebro: la zona parietotemporal, donde se procesan el habla y el lenguaje, y el lóbulo frontal, que controla la toma de decisiones.

Los estudios demuestran que a los trece años, las niñas tienen ya más cableadas estas dos zonas del cerebro.

Existen varios estudios que demuestran que los varones y las mujeres adultas utilizan partes distintas del cerebro para emitir palabras o leer en voz alta: distintos senderos pueden llevar a los mismos resultados.

La amígdala, donde normalmente nacen las emociones, se desarrolla unos dieciocho meses antes en las niñas que en los niños, en los primeros años de la adolescencia.

Las conexiones neuronales son idénticas en hombres y mujeres, pero los hombres tienen más conexiones dentro de los hemisferios, y las mujeres, mayor conectividad entre los hemisferios. Las chicas, debido a su mayor cuerpo calloso y la consiguiente mejor comunicación entre los dos hemisferios cerebrales, tengan mayor capacidad que los chicos para cambiar de una tarea a otra. 

Las niñas alcanzan el mayor volumen cortical dos años antes que los niños, lo cual lleva a pensar que las niñas, que alcanzan niveles específicos del desarrollo cognitivo antes que los niños, podrían obtener mejor provecho de los programas de ciencias y matemáticas en cursos anteriores.

Chicas y chicos muestran por igual vaivenes en su comportamiento emocional durante la adolescencia. Sienten por primera vez el efecto de las hormonas, sin haber aprendido aún a controlarlas. En este control tendrán que intervenir al final los lóbulos frontales, que suavizarán aquellos vaivenes, pero son una zona del cerebro de la que los adolescentes todavía no pueden disponer del todo.

Se enfrentan a un doble problema cuando intentan procesar determinadas experiencias emocionales, sobre todo cuando la estructura cerebral responsable de integrar la información emocional en la memoria está aún en fase de desarrollo. Los adolescentes reaccionan de forma más o menos intuitiva a todo lo que les rodea precisamente porque estas conexiones entre las partes emocionales y las intelectuales del cerebro, incluidos los recuerdos de sucesos pasados similares, aún se están formando. Pero, en este sentido, las chicas tienen cierta ventaja sobre los chicos, al menos al principio de la adolescencia.

Neurociencia y educación: ¿Cómo ayudarles?

La adolescencia es un maravilloso periodo para aprender y experimentar aunque nos de miedo que se pinten el pelo de rosa… Tenemos que dejarles experimentar con todas esas cosas que son menos dañinas para que tengan su espacio de rebeldía y no se metan en problemas mayores. No hay que obsesionarse con ganar batallas cuando lo importante es ganar la guerra y conseguir que experimenten y aprendan sin que resulte en efectos adversos duraderos. Lo que nunca hay que hacer es ridiculizar, desaprobar o despreciar sino intentar meternos en la cabeza del adolescente.

Tenemos que ser conscientes de que en esta época ya todos los adolescentes batallan con muchas cosas en las que les podemos ayudar. Aunque sean unos desorganizados, no se concentren o no acepten siempre nuestros consejos, es importante permanecer a su lado hasta que estén receptivos. Ellos/os mismos/as se sienten desubicados por sus conductas imprevisibles a veces pero ni siquiera son capaces de darse cuenta de ello o verbalizarlo. Son muy orgullos y la imagen es muy importante aunque aún no sean capaces de autoobservarse y ser autocríticos.

Y otra cosa, que también he comentado a los padres, es que si usas esto que sabemos ahora, piensas sobre ello y miras a tu hijo adolescente, empezarás a dejar de decirle: “¿En qué estabas pensando? Eres tonto por hacer estas cosas”. Y te darás cuenta que no tienen el mismo cerebro que tienes tú. Tienen un cerebro que todavía no es capaz de llegar a esas conclusiones. Y, a veces, cuando hablo con padres y profesores les digo que nosotros que tenemos un lóbulo frontal en funcionamiento deberíamos ayudarles con su propio lóbulo frontal.

Lo que para nosotros puede parecer una cosa ridícula ante la que montan «un mundo,» para ellos puede ser un incidente internacional o algo muy importante que les genera mucho estrés. En esos momentos no debemos decirle: “Estás siendo ridícula, para ya”. Hay que evitar reírse de ellos y tratar de entenderles mejor porque tú eres el adulto.

Es muy importante intentar parar, contar hasta diez y no aumentar el distanciamiento con sus adolescentes porque van a necesitar tu ayuda, van a necesitar ayuda con su lóbulo frontal y seguir conectados contigo, manteniendo una buena relación contigo.

Esta buena relación hay que mantenerla durante el resto de su adolescencia y hasta sus primeros años de adultos y así ayudarles a estar preparados cuando vayan a la universidad, o se marchen de casa o vayan a buscar su primer trabajo.

Los padres a menudo tenemos la terrible impresión de que estos altibajos emocionales de nuestros hijos se nos van de las manos, y como ellos no son aún capaces de suavizar las cosas utilizando los lóbulos frontales, tenemos que ser nosotros quienes actuemos de filtro, de regulador, y les transmitamos la calma que su cerebro aún no les puede proporcionar.

Ante problemas de ansiedad y depresión tenemos que recordar que hoy los niños se pasan mucho tiempo solos online, lo cual puede hacer más difícil la detección de las señales de peligro. Se aíslan en su habitación, conectados a Internet y al teléfono. En casa, debemos formar parte de la vida de nuestros hijos. No confiemos en que sean ellos, ni sus amigos, quienes hagan sonar la alarma.

Los padres tenemos que implicarnos porque ya no podemos manejar a nuestros hijos ni manipularlos físicamente como hacíamos en el pasado para que hicieran lo que queríamos que hicieran. Como adultos, estamos en posición de facilitar información a nuestros adolescentes, de decirles que tengan cuidado, que se controlen y que piensen bien lo que vayan a hacer.

Comer bien y dormir lo suficiente es una forma de cuidar de uno mismo. Pueden asumir el control de su vida fijándose objetivos, aunque sean pequeños, y avanzar hacia ellos poco a poco. Y pueden emplear menos tiempo en Internet, Facebook y en chatear, y dedicarlo a hablar de sus problemas con alguien que sepa escucharles y les merezca confianza

Cuando atraviesan la adolescencia, la mejor herramienta que tenemos es nuestra capacidad de aconsejar y explicar, y de ser buenos modelos de actuación. Por mucho que parezcan que nos ignoran o nos rechazan, ellos se fijan y tienen como punto de referencia a sus padres y los demás adultos de alrededor.

Ahora nos tenemos que conformar con abrirles puertas y empujarles suavemente en la dirección correcta.

Neurociencia y educación: Entrevista con la autora Frances Jensen

En el siguiente vídeo puedes ver también una entrevista con la autora donde habla sobre sus importantes hallazgos:

Neurociencia y educación. El cerebro adolescente

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