Comunicación no violenta
La comunicación no violenta es una excelente herramienta para comunicarnos desde la empatía y con el objetivo de evitar y resolver los conflictos. Los seres humanos somos muy especulativos y, así, es fácil sacar conclusiones precipitadas que perjudican la relación. Cuando tenemos un problema con una persona, lo más habitual es que se haya producido por un malentendido. Cada persona es un mundo y vivimos sumergidos en un sinfín de problemas y situaciones que no siempre compartimos con nuestro entorno.
Hablar es la única manera de evitar malentendidos y arreglar las diferencias. Es preferible debatir y hablar que aplicar el silencio. Mediante el silencio estamos huyendo de un enfrentamiento y nos colocamos a la defensiva, lo cual hace que nos sintamos amenazados y, por ende, nuestra felicidad se resiente.
Hablar sobre asuntos que nos han dañado no es agradable, pero sí es una mejor solución y más efectiva que guardar silencio y que nuestra cabeza esté dando vueltas e inventando respuestas que no son reales. Un psicólogo siempre recomendará hablar y, sobre todo, aclarar los sentimientos y nunca ocultarse bajo el silencio.
La Comunicación no Violenta (CNV) es una herramienta para comunicarnos de forma más efectiva usando la empatía, y resolver los conflictos sin violencia ni coacción.
La Comunicación No violenta fue desarrollada por Marshall Rosenberg, psicólogo y mediador que estudió la relación de la violencia con el uso de un lenguaje repleto de juicios y evaluaciones. Afirma que la causa última de la violencia está en nuestra manera de pensar, de comunicarnos y de gestionar las relaciones de poder. (ACNV; Asociación para la Comunicación No Violenta).
Supone cambiar nuestra mentalidad basada en juicios y normas estáticas, en qué está bien y qué está mal, por un método basado en la expresión honesta y la escucha empática, buscando la satisfacción de todas las partes. ¿Qué prefieres, tener razón o ser feliz? Las dos cosas a la vez no son posibles.
Con la Comunicación no violenta se busca la mejor manera de satisfacer nuestras necesidades y vivir en armonía con los demás. Para ello se propone un proceso que consta de cuatro pasos:
1. Observamos los actos concretos que están afectando a nuestro bienestar.
2. Identificamos nuestros sentimientos en relación con lo que observamos.
3. Identificamos las necesidades no satisfechas que originan esos sentimientos.
4. Pedimos claramente a la otra persona lo que nos gustaría que hiciese.
Comunicación no violenta: Chacales y jirafas
Rosenberg eligió a estos dos animales (tanto por su fisonomía como por algunos aspectos de su conducta) para ejemplificar dos formas distintas de comunicarnos.
El chacal representa la forma de pensar y de expresarse basada en juicios moralistas, mientras que la jirafa representa la empatía y la toma de conciencia de las necesidades propias y ajenas.
El lenguaje chacal está lleno de calificativos. Cuando alguien hace algo que no le gusta, le etiqueta como “malvado” o “estúpido”. También juzga duramente su propio comportamiento. Expresiones como “soy tonto” o “debería haber hecho…” son habituales, por lo que su autoestima es muy baja.
Los chacales no intentan entender los sentimientos ni las necesidades de los demás y tratan de cambiar su comportamiento utilizando castigos y recompensas. Desgraciadamente, cuando conseguimos que alguien haga lo que queremos por miedo, culpa o vergüenza, es probable que le quede un resentimiento que en el futuro puede jugar en nuestra contra.
Otro aspecto del lenguaje chacal es que niega la responsabilidad de nuestras decisiones, con frases como “tengo que…” o “me obligan las normas”, que ocultan la posibilidad de elegir.
En el lenguaje jirafa no existe lo “correcto” o “incorrecto”. La realidad es cambiante, por eso en lugar de recurrir a estas clasificaciones estáticas, las jirafas tratan de conectar con sus emociones y pedir a los demás lo que necesitan para enriquecer su vida, sin juicios ni exigencias.
También tienen en cuenta las necesidades ajenas. Las jirafas son conscientes de que siempre podemos elegir. Cuando las circunstancias les dejan dos opciones poco apetecibles, toman la decisión dándose empatía, conectando con las necesidades que esperan satisfacer.
Si lamentan haber cometido una acción, recuerdan las necesidades que trataban de cubrir cuando la emprendieron, y tratan de aprender para encontrar mejores estrategias.
La mayoría de nosotros hemos sido educados como chacales. Nuestra forma de pensar basada en juicios y en obligaciones es el resultado de la sociedad jerárquica en la que vivimos. La Comunicación no violenta nos puede ayudar a cambiar el chip, a pensar, hablar y actuar como jirafas.
Comunicación no violenta: Cuatro pasos
Observar sin evaluar
Cuando observamos sin evaluar nos mantenemos fieles a los hechos, a aquello que vemos y escuchamos. Sin juzgar, calificar, comparar, suponer ni distorsionar de ninguna forma lo sucedido. Ponemos especial atención en no confundir observación con evaluación, porque si las mezclamos seguramente la otra persona escuchará una crítica.
Una observación pura es “Juan ha hablado tres veces sin esperar el turno de palabra en la asamblea de esta tarde”. Decir, por ejemplo, “Juan no nos deja hablar” es interpretar los hechos. Si decimos “Juan siempre interrumpe”, estamos generalizando.
Identificar nuestros sentimientos
Nos centramos en qué está vivo en nosotros en este momento. Qué emociones sentimos en relación con los hechos que observamos. A veces no resulta fácil, ya que tenemos un vocabulario mucho más rico para etiquetar a los demás que para describir nuestros sentimientos. El listado de sentimientos nos puede ayudar. Algunas expresiones como “engañado” o “rechazado” son falsos sentimientos, ya que en lugar de describir nuestras emociones esconden una evaluación de lo que han hecho otras personas. A menudo ocultamos nuestros sentimientos por miedo a lo que opinen de nosotros, pero expresarlos nos ayuda a establecer una conexión empática.
Tomar conciencia de nuestras necesidades
No son los demás quienes provocan nuestras emociones, sino que dependen de nuestra interpretación de los hechos, nuestros pensamientos y expectativas. Las necesidades se ponen de manifiesto a través de los sentimientos. Si están satisfechas son placenteros, cuando no son agradables es porque nos están avisando de que tenemos que ocuparnos de alguna necesidad no cubierta. El listado de necesidades humanas nos puede ayudar a identificarlas. Es importante no confundir la necesidad con la estrategia, porque podemos cometer el error de pensar que sólo puede ser resuelta de una determinada manera o por una sóla persona. Existen multitud de estrategias para satisfacer una necesidad.
Lo que pedimos a los demás
Una vez hemos analizado y expresado cómo estamos, hacemos una petición concreta, realizable y negociable. Decimos claramente qué es lo que nos gustaría que hiciesen, en vez de centrarnos en lo que no queremos que hagan. Dar a alguien la posibilidad de que satisfaga una necesidad es como hacerle un regalo, porque a los seres humanos nos gusta contribuir al bienestar de los demás. También podemos dirigir la petición a nosotros mismos. Es importante dejar claro a la otra persona que sólo queremos que acceda a lo que le pedimos si desea hacerlo. Si no estamos en disposición de aceptar una respuesta negativa, estamos haciendo una exigencia. Cuando percibimos que nos están exigiendo algo, se bloquea nuestra empatía.
La escucha empática
Cuando recibimos un mensaje, tratamos de identificar observaciones, sentimientos, necesidades y peticiones (los 4 pasos) de la otra persona, aunque nos hable con juicios y exigencias. Podemos tratar de adivinar cómo se siente y preguntar para verificarlo, o parafrasear lo que nos dice para animar a que siga expresándose. Antes de desviarnos a la búsqueda de solución del conflicto, es conveniente dedicar el tiempo necesario a escuchar. Mostrar a una persona que la comprendemos mejora su disposición para buscar una estrategia conjunta.
Ofrecer empatía a una persona significa prestarle toda nuestra atención. No juzgarla, ni formarnos una opinión sobre lo que dice. Sencillamente estar presentes. Algunas cosas que hacemos habitualmente, como dar consejos, restar importancia o explicar lo que pensamos sobre lo que nos cuentan, dificultan la conexión empática. Cuando estés en medio de una discusión intensa, puede ser útil cambiar tu atención para escuchar completamente a la otra persona. Esta verá que estás atento, que la escuchas y puede empezar a tranquilizarse.
Pide un tiempo para discutir el asunto. Cuando no sepas qué decir o cómo reaccionar puedes sentir la necesidad de salir huyendo o simplemente permanecer en silencio. Ten mucho cuidado de no aplicar la La ley del hielo ya que es un método pasivo agresivo que también puede provocar una agresividad pasiva en ti. La diferencia está en la comunicación. Aunque envíes señales de no poder comunicar tus necesidades con efectividad, di “Ambos actuamos de manera emocional ahora y necesitamos algo de tiempo para pensar. ¿Qué te parece que le demos algunas horas y regresamos a las 3 p. m para terminar esta discusión?” Actuar de esta forma evita que la ley del hielo tenga un impacto porque se acuerda que haya un silencio. Luego, cuando ambos hayan obtenido cierta objetividad, traten de solucionar el malentendido.
Trata de ver la situación desde el punto de vista de la otra persona. Ten en cuenta que la comunicación es recíproca. Si tu ser querido siente la necesidad de evitarte o impedir toda comunicación, debe sentirse lastimado. Procura sentir empatía por esa persona y ver las cosas desde su perspectiva. Examina el intercambio que tuvieron y que precedió a la ley del hielo y considera lo que dijo. ¿Qué respondiste? Si te pusieras en sus zapatos, ¿Cómo te sentirías? Si todavía te molesta el hecho de que esa persona no te hable, trata de hablar con un amigo o pariente confiable para obtener una perspectiva externa de la situación. Asegúrate de escoger a alguien que sea honesto y gentil contigo.
Habla en primera persona durante una discusión. La otra persona se rehúsa a compartir sus sentimientos o a tener una conversación, así que también decides ignorarla. En lugar de ello, utiliza un método asertivo que pueda ayudarte a transmitir el mensaje sin empeorar las circunstancias. Hablar en primera persona es una manera práctica de compartir lo que piensas y sientes sin culpar a la otra persona.
Podrías decir “Cuando me ignoras, me siento como una persona pequeña e impotente. Me gustaría que pudiéramos compartir nuestros sentimientos de manera más activa y no alejarnos. La próxima vez, ¿podrías pedir algo de espacio en vez de solo ignorarme?” Mientras hables con esa persona, asegúrate de dar el ejemplo y responde con amabilidad, humildad, respeto y autocontrol. Evita acusarla o asumir cuáles podrían ser sus intenciones.
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