Autoestima y estoicismo

Resulta interesante ver la relación entre autoestima y estoicismo y volver la vista hacia aquello de lo que hablaba el estoicismo clásico de un Epícteto, Séneca o Marco Aurelio, sus más grandes exponentes. Es curioso que no estamos seguros/as de si tener la autoestima alta es siempre, por ejemplo, algo bueno o malo aunque en general sabemos que tenerla baja no es precisamente conveniente. Todos la tenemos muy presente pero no sabemos muy bien de lo que se trata.

Aunque sigue habiendo expertos que creen que la autoestima a veces puede llegar a ser irreal, ilógica y destructiva para el individuo y para la sociedad, proporcionando más daño que beneficio, la autoestima es un término que se ha popularizado y ha hecho ganar una fortuna a muchos

Autoestima y estoicismo moderno ¿Qué es la autoestima?

Parece ser que tener una buena autoestima sirve para enfrentar la vida con éxito y debería propulsarnos a conseguir la felicidad y sin embargo, no siempre sucede eso. Lo habitual, es que cuando estamos mal pensemos que o bien la culpa de que nos vaya mal es nuestra, o de otras personas.

El concepto psicológico de «autoestima» se remonta a William James, a finales del siglo XIX. En su obra Los Principios de la Psicología, estudia el desdoblamiento de nuestro «Yo-global» en un «Yo-conocedor» y un «Yo-conocido». De este desdoblamiento, del cual todos somos conscientes en mayor o menor grado, nace la autoestima. A mitad del siglo XX Carl Rogers (Psicología Humanista), afirmó que la aceptación y auto-aceptación incondicional eran la mejor forma de mejorar la autoestima.

Conceptos de autoestima en la actualidad

Este término ha estado sujeto a las mil y una “interpretaciones” y teorías, para llegar al siglo XXI sin una definición de consenso. En general todos nos hacemos una idea o imagen mental de lo que somos física y psicológicamente (AUTOCONCEPTO). La autoestima sería el resultado emocional que surge si aceptamos y nos gusta nuestro autoconcepto.

 La autoestima no surge de evaluarnos positivamente en cada situación, sino de observarnos con objetividad y sobre todo de estimar y aceptar nuestro autoconcepto.

La autoestima, no es un concepto fijo y estable, se manifiesta de forma cambiante en función de nuestra situación vital y nuestras circunstancias y se va modificando a lo largo de nuestra vida.

Para analizar cómo es nuestra autoestima tendemos a hacer una autovaloración que puede darse por la diferencia entre lo que se quiere ser y lo que se cree que es; cuanto más se acerque el yo real (como se cree ser) al yo ideal (como se quiere ser), la autoestima será más alta.

Pero por otro lado, también puede que esta autovaloración sea lo que se cree que los demás piensan de uno/a mismo/a. La valía personal se reflejaría por tanto en la conducta de los otros hacia uno/a mismo/a. Es decir, si la gente evita a la persona es porque no es muy valiosa, en cambio si me aleban y recurren a mí constantemente, mi valía es más positiva.

¿Es realmente la autoestima causa y solución a los problemas vitales?

Puede decirse que para muchos expertos/a y algunos aficionados/as los problemas de autoestima son el origen de cualquier trastorno mental o emocional. Con frecuencia vemos casos en los que la baja autoestima se relaciona con problemas de depresión, conflictos en relaciones, abusos o maltrato, etc.

Vivimos en una sociedad donde casi se ha impuesto la obligación de «quererse» y «mimarse» como si fueran rasgos permanentes que debemos poseer. Sin embargo, quererse, ser feliz con una misma no son sino estados efímeros y pasajeros que a veces cuesta esfuerzo conseguir o mantener. Porque la vida es una continua sucesión de estados que pueden ser más o menos felices. Eso es la vida REAL y también debemos aprender a aceptarlo.

El concepto de la autoestima está hoy en día muy desvirtuado. Miles de publicaciones de autoayuda en todos los idiomas proclaman trabajar la autoestima como tratamiento a muchos problemas «autodiagnosticados». Más aún, autodiagnosticarse “baja autoestima” o, recibir ese diagnóstico de otra persona puede ser razón para iniciar una búsqueda desesperada hacia el interior de uno mismo que no siempre es la solución a nuestros problemas.

Sentir o pensar que una no se quiere, se sabotea o piensa mal de sí mismo podría no tener que ver con un defecto en la autoestima. Eso sería una visión muy lineal y estática de la vida y la vida es de todo menos lineal y estática.

“La locura es hacer siempre lo mismo y esperar un resultado diferente”.

Autoestima y estoicismo

Cualquier persona en una vida normal puede tener una determinada dificultad. Si no la soluciona, porque no se enfrente a ella o lo haga de forma errónea, es probable que su autoestima se resienta.

Es decir, la autoestima podría entenderse más que como una causa de los problemas como una consecuencia o efecto de los mismos.

En muchas ocasiones cuando una persona se queja de su mala suerte o lo mal que lo está pasando lo hace culpando a algo externo (no tiene baja autoestima) o culpándose a sí mismo/a (baja autoestima) ¿Qué ocultamos detrás de la “Baja autoestima”? El miedo. A veces nos da miedo afrontar situaciones porque nos paraliza y pensamos que debemos actuar de uno u otro modo cuando realmente a veces simplemente tenemos que aceptar lo que nos ocurre, porque no depende de nosotros/as.

Es en este punto cuando el estoicismo nos echa un cable enorme y nos ayuda a desterrar que tengamos un problema de autoestima y al mismo tiempo nos ayuda a fortalecer el autoconcepto y autoestima.

Nada mejor para mostrar el poder de la simplicidad que el mostrar la actualidad de una frase dicha entre los ya lejanos años 55 y 135 de nuestra era. “Acepta los acontecimientos tal como ocurren”. Así, nada más. Epicteto llama a un acuerdo con la realidad, a no anteponer el cómo se desea que ocurran las cosas sino a aceptarlas tal y como se nos presentan para poder encontrar un camino más apacible.

En otra palabras, si nos topamos con un muro no importa cuántos golpes le demos, el muro seguirá necio en su dureza y consistencia. Mejor aceptarlo tal y como es antes de terminar rompiendo hasta el último hueso de nuestras pobres manos.


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