Mcmindfulness o el mal uso del Mindfulness
El mindfulness se ha desvirtuado a causa de su propio éxito.
Ron Purser
Como praticante de Mindfulness y meditación, que aportan enormes beneficios a mi vida, quiero también denunciar el Mcmindfulness o el mal uso del Mindfulness. Muchas personas han alzado ya sus voces contra la manipulación y mercantilización de una herramienta que sirve para mejorar el mundo y que algunos quieren usar para su propio beneficio material.
Para empezar y poder distinguir el Mindfulness «correcto» del que no lo es tenemos que conocer lo que verdaderamente es el Mindfulness. En mi opinión una de las personas que más sabe de Mindfulness en España y cuyas afirmaciones son avaladas por su extensísimo currículum académico, investigador y experiencial como meditador desde hace décadas es el catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza, Javier García Campayo. En su web podemos aprender sobre cuál es el origen de la palabra Mindfulness con un lenguaje claro y cercano. Según García Campayo
«Mindfulness es una traducción de la palabra sati, que proviene de la lengua pali, y que es uno de los idiomas en los que fueron escritos los discursos de Buda hace unos 2.500 años. Sati tiene una traducción compleja… Es lo opuesto a funcionar en piloto automático, de “soñar despierto”. Significa poner atención en aquello que ocurre en el momento presente. Pese a que, habitualmente, mindfulness se traduce como “atención plena”, “observación clara” o “conciencia plena”, incluye más aspectos. Por ejemplo, otra posible traducción del término es “memoria” o “recordar”, en el sentido que un fenómeno para que sea recordado o “exista” en nuestra mente, es necesario haberlo vivido con atención o con consciencia plena.
«Mindfulness» es por tanto un término que procede de las filosofías orientales y cuyo significado puede ser ligeramente diferente dependiendo del contexto y de las personas que los usan.
El significado general es atención o conciencia plena, pero entre las personas que llevan tiempo meditando y han estudiado y experimentado técnicas de entrenamiento mental el significado es más sutil y se correspondería con la última traducción que señala García Campayo, «recolección» o volver a ser consciente de algo, poner nuestra consciencia, nuestra atención en un foco y mantenerlo en mente. En palabras del Lama Rinchen Gyaltsen, perteneciente a la tradición Sakya dentro del budismo tibetano, Mindfulness es lo mismo que «recolección,» la facultad de la atención que recuerda el objeto al que debes /te conviene atender. No es mera atención pues está informada por la sabiduría previa.
Como apunta García Campayo, «el budismo y sus técnicas meditativas empezaron a ser conocidas en occidente desde finales del siglo XIX, siendo hacia mediados del siglo XX cuando la psicología empieza a prestarle atención para utilizar algunas de sus enseñanzas como psicoterapia. Pero el hito más importante para el desarrollo de mindfulness en occidente fue la fundación, en 1979, del Center for Mindfulness, en la Universidad de Massachusetts (EEUU), por parte de Jon Kabat-Zinn, desarrollando la técnica de “Reducción de Estrés basado en la Atención Plena” (the Mindfulness-Based Stress Reduction Program – MBSR).
Kabat-Zinn consigue extraer la esencia de las técnicas meditativas budistas, eliminando cualquier reminiscencia religiosa o cultural, permitiendo que pueda ser practicada por cualquier persona, independientemente de sus creencias. Posteriormente, se han desarrollado otras técnicas y protocolos terapéuticos basados en mindfulness adaptados específicamente a diferentes patologías o entornos.
Según el doctor García Campayo el mindfulness puede ser aplicado en tres contextos diferentes y no necesariamente espirituales (García-Campayo y Demarzo, (2018):
1.- Contexto clínico. La práctica va dirigida a pacientes que presentan un diagnóstico médico o psiquiátrico y que quieren curar o mejorar una enfermedad específica (ej: depresión, ansiedad, dolor crónico). En estos casos mindfulness suele utilizarse siguiendo protocolos terapéuticos y la administran profesionales sanitarios con experiencia en cada tipo de patología.
2.- Contexto psicoeducativo. La práctica va dirigida a la población general, personas que no tienen ningún diagnóstico clínico y que buscan mejorar su salud general y su bienestar psicológico (ej.: disminuir rumiaciones, afrontar mejor las situaciones adversas, regular mejor las emociones…). También pueden emplearse protocolos estructurados, aunque no es imprescindible, y pueden administrarla personas formadas en la terapia, pero no es necesario que sean profesionales sanitarios. En el contexto clínico y psicoeducativo suele aplicarse mindfulness al contenido de la mente, es decir, sobre sensaciones, pensamientos, emociones e impulsos.
3.- Contexto espiritual. La práctica va dirigida a personas, sanas o no, que persiguen el desarrollo espiritual y la transcendencia. No sigue protocolos estructurados, sino que se adscriben a la norma de alguna tradición religiosa específica, generalmente del entorno budista o hinduista. La suelen impartir maestros espirituales o personas con reconocida experiencia en meditación y con unos valores y principios éticos intachables. En este nivel suele trabajarse aplicando mindfulness no solo al contenido de la mente, sino al propio funcionamiento de la mente.
El McMindfulness como solución superficial al estrés
Para empezar, una definición rápida de lo que es el McMindfulness podría ser la apropiación capitalista de la atención plena o Mindfulness transformando la práctica original en un mero producto de consumo que, aunque ayuda a lidiar con el estrés, éste es percibido como un problema individual, por lo que puede llevar a «anestesiar» al individuo encerrándose en su propio yo en busca de felicidad autoinducida. Al relegar las causas del estrés al ámbito de la responsabilidad personal, se pasan por alto los aspectos colectivos que perpetúan las causas del estrés.
El término Mcmindfulness fue usado por primera vez por el psicoterapeuta y profesor budista budista el Dr. Miles Neal en su artículo de 2011 «Sobre McMindfulness y Frozen Yoga: Redescubriendo las enseñanzas esenciales de la ética y la sabiduría» (Aquí el artículo original en inglés). En este artículo Miles Neale arroja luz sobre cómo la atención plena se ha reducido a una mera herramienta de autoayuda, diseñada para satisfacer las demandas de un espíritu neoliberal dentro de una economía capitalista.
El propio Miles Neale, psicoterapeuta y profesor budista describió el McMindfulness como «un frenesí alimentario de prácticas espirituales que proporcionan nutrición inmediata pero ningún sustento a largo plazo»
En el centro de la crítica que supone este término de McMindfulness se encuentra la idea de que las prácticas predominantes de mindfulness en occidente no están abordando los complejos factores sociales, políticos, económicos y estructurales que contribuyen al estrés y al sufrimiento.
La mercantilización de la atención plena o «nueva espiritualidad capitalista»
En 2021 se publica el libro de Ronald E. Purser: McMindfulness. Cómo el mindfulness se convirtió en la nueva espiritualidad capitalista donde este maestro budista zen, profesor de Administración en la Universidad Estatal de San Francisco, llama la atención sobre la alarmante tendencia a la mercantilización y comercialización masiva de ciertas prácticas de mindfulness que han sido «reenvasada y comercializada como una opción de estilo de vida, ahora comúnmente conocida como ‘espiritualidad capitalista'». Este libro es un estudio más extenso de un fenómeno que ya denunciaba en 2013 Ronald Purser junto a David Loy en el artículo viral del Huffington Post «Mas allá del Mcmindfulness» (Beyond Micmindfulness, artículo original).
Veamos algunas afirmaciones de este libro que compartimos al igual que su «lamento» por la manipulación y mercantilización de la práctica original oriental de Mindfulness. Ello ha provocado que hoy en día se meta en el mismo saco prácticas genuinas de mindfulness por un lado y productos al servicio del materialismo capitalista por otro.
McMindfulness: Cómo el mindfulness se convirtió en la nueva espiritualidad capitalista
Este libro es muy crítico hacia cómo se está “vendiendo” el Mindfulness y ayuda a reflexionar sobre una moda mundial que puede estar siendo una perversa manipulación de la idea y práctica original procedente de las filosofías y religiones orientales. También es muy interesante el recordatorio que hace sobre que las técnicas meditativas en su origen estaban englobadas dentro de contexto ético donde el practicante también debía tomar consciencia de la importancia y el compromiso de sus acciones en el mundo.
https://www.huffingtonpost.es/entry/contra-el-mindfulness_es_6102d5e1e4b0fd216c2370f5.html
El autor evidentemente reconoce los aspectos positivos de practicar mindfulness (no olvidemos que Purser fue ordenado un maestro budista) como por ejemplo: controlar la mente discursiva y dejar de cavilar ayuda a reducir el estrés, la ansiedad crónica y muchas otras enfermedades. Ser más consciente de las reacciones automáticas e impulsivas (que pueden incluso acarrear violencia desproporcionada) puede potenciar la tranquilidad y la amabilidad de las personas colaborando con un cambio social desde lo particular.
El problema de este McMindfulness que está tan moda en empresas, colegios e incluso en cursos de entrenamiento para francotiradores, es el producto que se vende y cómo se presenta. El mindfulness que se ha propagado en occidente no es más que la simple práctica de la concentración.
«Aunque deriva del budismo, ha sido despojado de las enseñanzas éticas que lo acompañaban, así como del objetivo liberador de deshacer el apego a un falso sentido de nosotros mismos a la vez que se promulga la compasión por los demás. Lo que queda es una herramienta de autodisciplina disfrazada de autoayuda. En lugar de liberar a las personas que lo practican, las ayuda a adaptarse a las propias condiciones que causaron sus problemas.
«El orden neoliberal se ha impuesto de forma sigilosa en las últimas décadas, aumentando la desigualdad en busca de la riqueza de las grandes empresas. Lo que se espera de las personas es que se adapten a lo que este modelo exige de ellas. El estrés se ha patologizado y privatizado, y a los individuos se les ha impuesto la carga de gestionarlo. Ahí es cuando aparecen los vendedores de mindfulness para salvar la situación.» Resulta irónico pero se da el caso de que empresas que generan estrés
Todos estamos de acuerdo que el hecho de que alguien utilice mal una cosa no es motivo para prohibir su uso ni que cualquier persona que lo encuentre útil esté siendo engañada. Reducir el sufrimiento es un objetivo noble y debería fomentarse. Pero, para hacerlo de forma eficaz, los instructores de mindfulness deben reconocer que el estrés personal también tiene causas sociales. Según Purser, «al no abordar el sufrimiento colectivo y el cambio sistémico que puede eliminarlo, despojan al mindfulness de su auténtico potencial revolucionario, reduciéndolo a algo banal que mantiene a la gente centrada en sí misma.»
Purser sostiene que «a veces no se contemplan otras fuentes de malestar cultural y tampoco se puede hacer recaer toda la responsabilidad en el invidividuo. Los defensores del mindfulness que introdujo Kabat-Zinn, tal vez involuntariamente, favorecen el statu quo del capitalismo que provoca muchos de los problemas sociales. En lugar de debatir cómo monetizan y manipulan la atención empresas como Google, Facebook, Twitter y Apple, sitúan la crisis en nuestra cabeza.»
Existe mucho peligro en vender soluciones que nos convierten en capitalistas conscientes y satisfechos pregonando una «revolución Mindfulness que cambiará el mundo» no a través de las protestas y de la lucha colectiva, sino en la cabeza de los individuos que irán poco a poco contangiando a otros/as con su ejemplo. Un detalle muy importante es reconocer que el sector de la población que se interesa y practica el Mindfulness suele tener un perfil concreto (blanco, de clase media y recursos mínimos) y la población en riesgo de exclusión o pobreza no puede permitirse el tiempo para asistir a clases de Mindfulness, o si trabaja más de 12 horas diarias en empleos marginales.
No hay duda de que el Mindfulness ayuda a las personas a obtener clama mental y por tanto una mejor gestión emocional y mental pero al estar limitado a la práctica de la atención plena y al énfasis en el observador y lo observado, puede llegar a concentrarse demasiado en el individuo.
Una de las prácticas más profundas dentro de la meditación oriental es el «darse cuenta,» desvelar cómo funciona nuestra mente discursiva y acelerada para lograr una mente clara y calmada desde la que tomar las mejores decisiones.
Este «darse cuenta» de que los factores externos no deben condicionar nuestras emociones o reacciones impulsivas negativas es algo evidentemente positivo y la práctica de calma mental es una herramienta maravillosa para desarrollar esa habilidad del «darse cuenta». No obstante, no podemos llegar al extremo de obviar esas condiciones externas y su influencia en lo que nos ocurre, pensamos y sentimos. No podemos encerrarnos sin hacer nada en nuestro castillo «mindful» para no sufrir por todo lo negativo que nos rodea y existe en el mundo. Esa actitud no es para nada lo que la práctica de Sati (Tibetano) original implica.
McMindfulness o la religión del «YO»
Como afirma Purser, con «el repliegue a la esfera privada, el mindfulness se convierte en una religión del yo. La idea de una esfera pública se deteriora, y cualquier goteo de compasión se produce de casualidad…. El mindfulness, como la psicología positiva y la más amplia industria de la felicidad, ha despolitizado y privatizado el estrés. Si estás triste porque te han despedido, has perdido tu seguro médico o ves cómo tus hijos se endeudan con préstamos universitarios, es tu responsabilidad aprender a ser más consciente.»
Si bien es cierto que la fuente de la felicidad plena y permanente no es algo que tenemos que buscar fuera y, como afirma el neurocientífico Richard Davidson, «el bienestar es una habilidad» que se puede entrenar, no podemos caer en el error de ignorar cómo las condiciones externas obstaculizantes (y sus responsables) nos impiden lograr ese sentimiento de bienestar.
Efectivamente, esta versión del mindfulness deriva en una obsesión por el «Yo, mí, me, conmigo» y por el obtener un beneficio claro para ese yo individual, al igual que se hace con los productos de consumo. «El mindfulness se vende y comercializa como un medio de ganancia y gratificación personal. Lo que se llama optimización propia. Quiero reducir mi nivel de estrés. Quiero potenciar mi concentración. Quiero mejorar mi productividad y mi rendimiento. Se invierte en mindfulness como quien invierte en bolsa, esperando recibir un buen dividendo.
Hoy día muchas empresas utilizan el tirón de la vida mindful o la meditación para sacar partido económico y conseguir que sus empleados rindan más y dan menos problemas en el trabajo porque reducen el estrés y controlan su ira o enfado más fácilmente. El mindfulness es una industria que actualmente mueve 4000 millones de dólares, impulsada por el revuelo mediático y el marketing más hábil de las élites del movimiento. El desatino y despojo de todo su componente ético lleva a aplicar las técnicas de Mindfulness en cursos para francotiradores en el ejército o en coaching para hacerse rico.
Aparte de los libros (más de 100.000 en Amazon sobre la temática), existen talleres, cursos online, revistas, documentales, aplicaciones móviles, campanas, cojines, pulseras, productos de belleza y demás parafernalia, así como un lucrativo y pujante circuito de conferencias. Los programas de mindfulness se han abierto camino en colegios públicos, empresas de Wall Street y Silicon Valley, bufetes de abogados y agencias gubernamentales.
Meditación budista sin budismo o Espiritualidad capitalista
Como suele ocurrir con las modas, se han multiplicado los estudios científicos que confirman los numerosos beneficios del mindfulness para la salud y los efectos transformadores de su simple práctica en el cerebro. Todo ello atrae obviamente la atención pública. Es curioso que otro gancho comercial es la insistencia en la idea de que Mindfulness no tiene ninguna connotación religiosa y que existe una distante conexión con las enseñanzas budistas. De algún modo se aprovecha el exotismo que producen las prácticas de relajación orientales pero obviando o eliminando al mismo tiempo todo el «bagaje cultural» extranjero.
«A menudo esgrimen el argumento de que ofrecen «meditación budista sin budismo» o «los beneficios del budismo sin toda la parafernalia». De nuevo sería algo que no es nuevo en la historia del discurso colonial: tomar algo exótico y atractivo por su poder ancestral y pasarlo por el tamiz de la ciencia que sustituye a la religión y seculariza la práctica para conseguir un entendimiento universal de la atención plena.
Aunque es cierto que ya Thich Nhat Hanh en los años 70 del pasado siglo introdujo el concepto de Mindfulness en occidente como una práctica que podía ser universal y por tanto beneficiosa para todas las personas, el gran artífice de la secularización de las prácticas de Mindfulness desde los 1990 ha sido Jon Kabat-Zinn, con su programa de MBSR (Mindfulness-Based Stress Reduction) Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena (REBAP en español) para ayudar a pacientes de hospital a lidiar con el dolor físico, el estrés y la ansiedad.
¿Es acaso malo utilizar las prácticas Mindfulness fuera del ámbito espiritual? Obviamente no, pero como Purser criticando, el Mindfulness «se ha alabado en exceso y se ha tratado como una mercancía, quedando reducido a una técnica para cualquier fin instrumental… poner énfasis en la «conciencia sin juicios» puede inutilizar la inteligencia moral de una persona. Es poco probable que el Pentágono invirtiese en mindfulness si los soldados con «conciencia plena» rechazasen en masa ir a la guerra.»
Materialismo espiritual y sus carencias
Quizás el peligro es despojar al Mindfulness de su poder transformador real como práctica original de cambio en el ser humano y la red interdependiente a la que pertenece. En Selling Spirituality: The Silent Takeover of Religion, Jeremy Carrette y Richard King argumentan que las tradiciones de sabiduría asiáticas han estado sujetas a la colonización y la mercantilización desde el siglo XVIII, produciendo una espiritualidad altamente individualista, perfectamente adaptada a los valores culturales dominantes y que no requiere ningún cambio sustancial en el estilo de vida.
Con mucha relación con el McMindfulness o la mercantilización con lo considerado «sagrado» por una cultura, se encuentra el concepto de «Materialismo espiritual» que se aborda con frencuencia en las enseñanzas budistas y que el propio Buda denunció. Grandes Lamas budistas como Lama Rinchen nos advierten sobre los peligros que encierra el materialismo espiritual al que fácilmente puede derivar un Mindfulness incorrecto.
Los autoengaños nos hacen creer que no somos dependientes como antes de nuestra mente discursiva y de nuestro ego, pero lo que ocurre es que esas actuaciones del EGO se enmarcan ahora en la etiqueta de Mindfulness o «espiritual» o «desarrollo personal.» Realmente estamos creando una etiqueta más que no nos libera realmente. De esa forma no estarías usando esa práctica espiritual o de desarrollo personal-emocional no para liberarnos de una conducta negativa, de emociones negativas que nos dañan o de la ignorancia sobre por qué ocurre esto, sino para agrandar el Ego.
Pongamos un ejemplo: llevas varios meses o años practicando Mindfulness o meditación y el hecho de ser más (auto)consciente que la gran mayoría de las personas, más calmado/a te hace sentir superior a los demás e incluso te vanaglorias de ello. Puedes compararte con otros que también hacen prácticas similares sintiendo envidia o pensando que tú tienes más cursos de formación o que hiciste un retiro y eso te sitúa en un nivel superior de desarrollo personal. El secreto para evitar el materialismo espiritual es ser completamente honesta/o conmigo mismo y descubrir las trampas que nos ponemos o nos ponen en el camino.
Esas trampas son reamente un «bypass espiritual,» osea utilizamos una herramienta como puede ser el Mindfulness para enmascarar una deficiencia interna o externa que no queremos tratar, le cortamos el paso. Veamos algunas de esas trampas, pues la lista es infinita:
- cuando apuntamos con el dedo a los defectos de los demás por miedo a enfrentar eso mismo en nosotros,
- cuando caemos en la trampa del falso positivismo y la idea de que todo va a ir bien y qu vamos a poder enfrentarlo todo. Los grandes maestros no viven fantaseando que todo va a salir bien sino que enseñan a aceptar las cosas que vienen y a enfrentarlas con valentía de la mejor manera que podamos.
- el Bypass ermitaño, o la técnica de escapar del mundo, alejarse de las personas, especialmente de las personas tóxicas y de todo lo que nos perturba. Esto no dejar de ser un mecanismo evitativo solo justificable en momentos puntuales cuando no estamos aún preparados para enfrentarnos a una situación o a una persona. Pero muchas veces toca enfrentarse y hablar aunque nos resulte incómodo.
- el Bypass intelectual, muchas veces nos conformamos con saber, leer muchos libros, asistir a cursos y que nos concedan un certificado de que somos muy «mindful.» Pero el conocimiento no arregla nuestra vida ni nuestro entorno. Hay que vivirlo y llevar a la práctica lo que aprendemos.
- el bypass del engrandecimiento: personas con baja autoestima toman las prácticas meditativas o de mindfulness como una forma de encontrar valor, autoestima, adquiriendo un rol importante como puede ser sacarse un título de formador Mindfulness y encontrar sentido en enseñar a los demás pero solo esconden sus propias carencias de autoestima y evitar el trabajo interno y propio.
Un mindfulness verdaderamente revolucionario comenzaría por cuestionar quién te controla primero desde el interior (el EGO) para luego cuestionar el control exterior y el sentido occidental del derecho a la felicidad, independientemente de la conducta ética. En el Mindfulness adecuado y fiel a su función original en el entrenamiento mental y emocional, cuando aprendes a reconocer los engaños y los apegos como fuente de sufrimiento, entonces estás verdaderamente preparado para reconocerlo en el exterior y aprender herramientas para gestionarlo y transformarlo desde dentro y hacia afuera.
Sin embargo, algunos programas de mindfulness denunciados como McMindfulness, no exigen a los ejecutivos que examinen la forma en la que sus decisiones de gestión y sus políticas corporativas han institucionalizado la avaricia, la hostilidad y el engaño, precisamente aquello que la atención plena del budismo pretende erradicar. Están convirtiendo el Mindfulness en un analgésico temporal ya que puede que estén «meditando», pero es como tomar una aspirina para un dolor de cabeza. Te calma durante un tiempo pero cuanto el dolor reaparece, todo vuelve a ser como antes. Sólo has entretenido a tus sensores durante un rato.
Los grandes sabios orientales que han enseñado las prácticas meditativas no se han cansado de repetir durante siglos los peligros de dejarse engañar por el Ego. Purser denuncia precisamente la manipulación que se está haciendo del Mindfulness: «Al igual que la economía del efecto goteo (trickle-down economics), el mindfulness de efecto goteo es una tapadera para mantener el poder. El mindfulness es rehén de la mentalidad neoliberal: se debe poner en práctica, se debe demostrar que «funciona» y debe aportar los resultados deseados. Esto evita que se use como herramienta de resistencia, lo que lo limita a ser una técnica de «autoayuda».
«Se convierte en un disolvente terapéutico, un «elixir universal» para disolver los obstáculos mentales y emocionales y así mejorar el rendimiento y la eficiencia21. Esta lógica impera en la mayoría de las instituciones, desde servicios públicos hasta grandes empresas, y la búsqueda de resiliencia se ve impulsada por la máxima: «Adaptarse o morir».
«El resultado es un autocontrol obsesivo de los estados emocionales que provoca una miopía social… Tal y como observa Byung-Chul Han, esto reinventa la ética de trabajo puritana: Trabajar incesantemente en la mejora de sí mismo se asemeja a la introspección y el autocontrol del protestantismo, que representa una tecnología de la subjetivación y de la dominación por derecho propio. Ahora, en lugar de ir en busca de los pecados, se persiguen los pensamientos negativos.
«23. El éxito comercial del mindfulness lo hace parecer seductoramente inofensivo. Además, parece útil, así que, ¿por qué buscarle errores? ¿No es mejor un poco de mindfulness que nada en absoluto? ¿Qué tiene de malo que un empleado escuche un ejercicio de respiración de tres minutos en una app antes de una reunión estresante? A simple vista, no demasiado, pero también deberíamos pensar en el coste.
«Si el mindfulness simplemente ayuda a las personas a afrontar las condiciones tóxicas que las estresaron en primer lugar, entonces quizá podamos apuntar más alto. ¿Por qué deberíamos permitir que un régimen usurpe el mindfulness para lograr fines corporativos infames? ¿Deberíamos celebrar el hecho de que esta perversión ayude a las personas a «autoexplotarse»? Esta es la raíz del problema. Internalizar la concentración para la práctica del mindfulness también lleva a internalizar otras cosas, desde los requisitos corporativos hasta las estructuras de dominación en la sociedad.
Lo peor de todo es que esta posición sumisa se cataloga como libertad.
«De hecho, el mindfulness se nutre del doble discurso sobre la libertad, ya que celebra las «libertades» egocéntricas sin prestar atención a la responsabilidad cívica ni a cultivar un mindfulness colectivo que encuentre la verdadera libertad dentro de una sociedad cooperativa y justa. Desde luego, la reducción del estrés y el aumento de la felicidad y el bienestar personales son mucho más fáciles de vender que un cuestionamiento serio de las causas de la injusticia, la desigualdad y la destrucción medioambiental. Estas últimas implican desafiar el orden social, mientras que las primeras apelan directamente a sus prioridades, ya que agudizan la concentración de las personas, mejoran su desempeño en el trabajo y en los exámenes e incluso prometen mejorar la vida sexual.
«Descontextualizar el mindfulness de su propósito original de liberación y transformación, así como de su base en la ética social, equivale a pactar con el diablo.»
En lugar de utilizar el mindfulness como un medio para liberar a los individuos y a las organizaciones de las dañinas raíces de la codicia, la hostilidad y el engaño, lo que se hace es transformarlo en una técnica banal, terapéutica y de autoayuda que puede reforzar esas raíces… No hay ninguna necesidad de que el mindfulness sea tan cómplice de la injusticia social. También se puede enseñar de una forma que deshaga este enredo. Esto exige que veamos lo que ocurre realmente y que nos comprometamos a tratar de reducir el sufrimiento colectivo.
¿Cómo luchar contra el McMindfulness?
El enfoque debe cambiar de «yo» a «nosotros», liberando así al mindfulness del pensamiento neoliberal.
Los defensores de un Mindfulness que realmente sirva a la sociedad hablan de un Mindfulness que es «inflexible e intransigente ante la injusticia, el egoísmo, la codicia y los delirios imperialistas. Pretende sacar a la luz las lealtades desconsideradas del movimiento mindfulness que ocultan la relación entre el estrés personal y la opresión social. Proporciona un contrapeso crítico muy necesario a la presentación festiva y autocomplaciente del mindfulness por parte de sus impulsores.»
El verdadero significado de la atención plena es el acto de «re-membrar», no solo en términos de rememorar y prestar atención al presente de nuestra situación, sino también de volver a juntar nuestras vidas, colectivamente.
Jon Kabat-Zinn, a pesar de sus buenas intenciones para ayudar a los pacientes a afrontar el dolor crónico, comete el error de acabar vendiéndolo como una panacea global. Simplemente se nos dice que nos centremos en el presente y que ignoremos los efectos a largo plazo de nuestro comportamiento. Al abstenernos de «emitir juicios de valor», se nos invita a abandonar el discernimiento ético, reflejando el triunfo del narcisismo en la cultura estadounidense moderna.
Enseñar Mindfulness de otra forma
El mindfulness está a tiempo de ser revolucionario, pero tendría que enseñarse de otras formas.
Ron Purser
El modo «ser» y el modo «hacer»
La disconformidad se ve a menudo ahogada por la fijación en el momento presente, que abandona el modo «hacer» y cualquier pensamiento sobre la acción. El mindfulness es un buen dispositivo de ayuda, pero como estrategia revolucionaria parece inútil si se presenta sólo cómo McMindfulness. Una vida llena de momentos conscientes conlleva el riesgo de caer en la «infantilización cultural», advierte el teórico de la pedagogía y crítico Henry Giroux. «La irreflexión se ha convertido en algo que ahora ocupa un lugar privilegiado, si no celebrado, en el paisaje político y en los aparatos culturales dominantes».
A menos que se combine con enseñanzas más liberadoras, el mindfulness simplemente hace que los sistemas represivos funcionen de forma más suave.
Solo prestar atención no cambia nada
La práctica de mindfulness en sí misma es insuficiente si no hay ningún planteamiento radical en el hecho de prestar atención. Si el objetivo es producir un cambio social, hay que enseñar los métodos para alcanzarlo. Calmar la mente podría ayudar a entender estos métodos, pero no sería más que la antesala. Al centrarse solo en la experiencia momentánea, al tiempo que se esparcen profecías utópicas de paz y armonía, el mindfulness moderno es una estafa mesiánica.
¿Y después qué? Si solo te dedicas a sonreír y aceptar la injusticia, ¿Qué diferencia hay con la drogadicción, con la sedación inconsciente propia de un zombi?
Claro que es importante sentir menos estrés, pero hay que combinarlo con ideas que empoderen, no que apacigüen. El verdadero mindfulness revolucionario es liberador, social y cívico, porque depende del pensamiento crítico y no de una falta de implicación acrítica.
Deconstruir el «yo» – el contexto original del Mindfulness
Sea cual sea la opinión que se tenga sobre las drogas psicodélicas, al menos estas difuminan el apego al yo. La liberación En teoría, el mindfulness debería provocar algo similar, al menos en su contexto tradicional budista. Deborah Orr, profesora de filosofía de la Universidad de York, lo describe así: «El resultado potencial de esta práctica es la toma de conciencia experiencial de que el yo es una construcción, que en el Occidente moderno llamaríamos construcción social, que puede propiciar una autocomprensión engañosa».
La falta de un sentido fijo del yo es una de las características principales del budismo, junto con la transitoriedad y la insatisfacción que esta induce.
«Al igual que todas las personas y cosas del mundo, yo no soy más que una construcción mental, una máscara fantasmal que cubre la realidad del cambio», explica C.W. Huntington, académico especializado en budismo. «Detrás del yo no hay un verdadero ser, solo una secuencia incesante e incomprensible de acontecimientos que emergen y desaparecen espontáneamente».
Esta revelación puede provocar una profunda perturbación, a no ser que se introduzca en un contexto más amplio. Nuestros miedos y deseos nos hacen rechazarla. En este sentido, algunos de nuestros sufrimientos derivan de autoengaños personales y tienen que ser abordados desde un nivel individual.
Aunque algunos de nuestros autoengaños estén en nuestra cabeza, desintonizar de las condiciones que nos provocan el sufrimiento también constituye un engaño desde el punto de vista político. En términos budistas, Huntington aclara: «Para ser alguien, quien sea, hay que sufrir continuamente».
La clave= La interdependencia, la no-dualidad y el Interser
Pero el objetivo también incluye percibir la conexión de todas las cosas: la percepción de la interdependencia.
Sin embargo, aunque entendamos que vivimos en un mundo lleno de un sufrimiento innecesario, parte de éste puede ser mitigado si cambiamos las condiciones provocadas por el propio engaño, la codicia y la hostilidad. Se supone que estos venenos mentales se reducen con el «buen» mindfulness budista, que permite que predomine una conducta íntegra. Y se puede combinar también con intentos de hacer lo mismo a nivel social.
Esta idea está muy relacionada con el «interser», por usar el lenguaje no dual de Thich Nhat Hanh, a quien cita Kabat-Zinn, y que fue realmente el que introdujo el Mindfulness con un ritmo pausado desde la década de los 1970, cuando trabajó con Martin Luther King en la denuncia de la Guerra de Vietnam. De hecho el programa MBSR de Kabat-Zinn incita a los individuos a centrarse en su interior con la esperanza y la sbuenas intenciones de que la compasión surja y trabaje por sí sola, por ejemplo haciendo que los ejecutivos puedan decidir por sí mismos ser buenos y dejar de maximizar beneficios sin que se les obligue a ello. Esto son solo ilusiones vanas.
El origen social del sufrimiento
El Mindfulness, como práctica budista de desarrollo personal y espiritual, es una herramienta más para conocer las cuatro nobles verdades (el sufrimiento, sus causas, cómo cesar el sufrimiento y vivir una vida ética y buena). Conocer el sufrimiento pasa por conocer nuestra mente ya que es en ella donde se genera o se amplifica gran parte del sufrimiento provocado por circunstancias externas que no sabemos gestionar. Por esta razón, el Mindfulness es muy eficaz a la hora de conocer la mente y cómo se generan las perturbaciones mentales que nos producen sufrimiento pero también para generar conciencia sobre los orígenes sociales del sufrimiento.
Tal y como se presenta en algunos programas «McMindfulness,» el mindfulness es solo una cuestión de autogestión, de situar los problemas en las cabezas de los individuos. Esto hace que las soluciones colectivas que necesitamos sean mucho más difíciles de alcanzar.
Todos los grandes maestros y lamas budistas, especialmente los del budismo tibetano que ha ganado presencia en occidente, no se cansan de repetir que ser budista no significa ser tonto, conocer nuestras perturbaciones mentales y reconocer su origen mental no implica dejar de que nos hagan lo que quieran o ignorar las circunstancias o personas que nos oprimen.
En lugar de ahogar conscientemente la infelicidad mientras ignoramos sus orígenes, deberíamos aprender a «ver las cosas tal y como son», por citar un tópico de la meditación. «Se suele decir que la depresión es “ira hacia adentro”—observa Davies—. En muchos aspectos, la ciencia de la felicidad es “crítica hacia adentro”, a pesar de todos los recursos que utilizan los psicólogos positivos para “reconocer” el mundo que nos rodea».
Nuestro sufrimiento suele ser una guía de aquello que necesita un cambio, ya sea en el mundo o en la forma en que respondemos a él. Reorientar la crítica hacia afuera elimina la envoltura intelectual que el movimiento del mindfulness ofrece al capitalismo. Al privatizar el estrés como un problema personal, y al utilizar la ciencia para afirmar estas intenciones ocultas, el mindfulness vuelve a los individuos hacia sí mismos, lo que no solo culpabiliza a las víctimas de una disfunción cultural, sino que conduce a una espiral de ensimismamiento narcisista.
Las élites modernas del mindfulness, como Kabat-Zinn, reducen las enfermedades sociales a la esfera personal, tildándolas de «enfermedades del pensamiento» causadas por una reflexión excesiva y una biología obsoleta propia de la Edad de Piedra. Los autores, entre los que figura un antiguo presidente de la British Psychological Society, afirman que los códigos de diagnóstico deben tener en cuenta el contexto del sufrimiento.
Las élites, con un interés personal en su condición de expertos, han usurpado el potencial radical del mindfulness y han patologizado a los individuos. Si se vieran las cosas tal y como son en realidad, se evidenciarían tanto las distorsiones del poder y el privilegio como el marco neoliberal que sustentan. La codicia institucionalizada, la hostilidad y el engaño infestan toda nuestra cultura al extenderse en los medios de comunicación, las grandes empresas, la política y el ejército.
Si los impulsores del mindfulness quieren dejar de servirles, tendrán que limitar el enfoque biomédico centrado en los individuos y desarrollar nuevos discursos explicativos. Tienen que dejar de esconderse tras su retórica «universal», de abogar por la neutralidad terapéutica o de afirmar que la ética es en cierto modo «implícita». En su lugar, tendrán que adoptar una posición clara.
Reescribiendo las reglas
Los modelos de diagnóstico no son lo único que hay que cambiar. También los métodos terapéuticos deberían ser distintos, y combinar la práctica con pedagogías críticas. Se deberían examinar las causas y condiciones del sufrimiento social y la opresión, junto con las experiencias colectivas del trauma cultural, el racismo sistémico y otras formas de marginalización y desplazamiento que no se pueden reducir solo a enfermedades psicológicas
«Sencillamente, no podemos derrotar al neoliberalismo en su propio juego o en sus propios términos». Esto significa que el plan de estudios del mindfulness no debe reducirse a la autogestión interna. Se requiere una perspectiva mucho más amplia, que utilice la práctica para desarrollar una percepción de cómo se materializa la experiencia social. Además de haberse privatizado e interiorizado, el sufrimiento se ha amplificado y marginalizado. El resultado es un nivel de sufrimiento que no se puede tratar desde la perspectiva individual.
El mindfulness ofrece cuidados paliativos para el malestar «de primer orden»: la angustia existencial humana causada por la enfermedad, la vejez y la muerte, el dolor físico crónico, los conflictos en las relaciones personales, el divorcio y la pérdida de seres queridos. Allí donde los doctores no pueden ayudar, lo ha hecho tradicionalmente el consuelo religioso, el asesoramiento y la terapia.
En la actualidad, el dolor de primer orden ya no es privado, sino que está entrelazado con los sufrimientos sociales, económicos, políticos y medioambientales. El neoliberalismo intenta negarlo y trasladar la responsabilidad de afrontar estos sufrimientos a los individuos autónomos, cuyos lazos de apoyo social y colectivo ya se han debilitado.
El mindfulness ha contribuido a este proceso al reforzar el mito del sufrimiento privado. La maldad humana conduce al sufrimiento de segundo orden, tanto en lo personal como en lo colectivo. El origen de este sufrimiento es identificable, ya se ejerza violencia sobre los individuos o sobre poblaciones enteras que padecen guerras, genocidios, injusticia social u opresión.
El sufrimiento de tercer orden causado por el neoliberalismo es más difícil de identificar, ya que es amorfo, ubicuo y sistémico. Está mezclado con los dos primeros órdenes, por lo que el mundo interior y el exterior se confunden entre sí. El mindfulness no logra tratar este sufrimiento, a menos que genere concienciación colectiva sobre las fuerzas que ocultan las relaciones de poder, los intereses de clases, las desigualdades sociales y la opresión política. Son pocos los instructores de mindfulness que hacen esto en la actualidad, ya que ellos mismos son parte del problema.
Los programas basados en MBSR ofrecen terapias de autogestión «de primer orden». No estaban pensados para la transformación social y la sanación colectiva, sin importar lo que diga Kabat-Zinn. Para que sea revolucionario, los instructores de mindfulness necesitan nuevas prácticas capaces de abordar el sufrimiento entrelazado. Tienen que desarrollar la atención comunitaria, la solidaridad y la resistencia, y esto requiere una comprensión de los contextos sociopolítico e histórico, que por lo general no se tienen en consideración.
La declaración de Kabat-Zinn acerca del «dharma universal» asume una falsa unidad en la experiencia humana, como si «dejarse llevar» funcionara de la misma forma para todo el mundo. Se trata de una fantasía privilegiada que sitúa a la élite consciente, principalmente blanca, al frente de un movimiento por la salvación global. A fin de cuentas, «todos somos humanos» —y otros muchos lugares comunes que impiden a los instructores de mindfulness ver las desigualdades sociales
El mindfulness no impedirá que el ejército mienta para justificar guerras, y tampoco que las corporaciones maximicen sus beneficios. Los programas de mindfulness se ajustan a los intereses del poder sin cuestionar el orden institucional. Nunca se menciona la explotación de los trabajadores ni la exportación sin sentido del sufrimiento en forma de contaminación, entre otras externalidades. El mindfulness en el ámbito político no ha tenido el más mínimo impacto en temas como el cambio climático, la desigualdad sin precedentes, la pobreza, el encarcelamiento masivo, el racismo, el sexismo, la corrupción o el militarismo. ¿Cómo podría tenerlo si sus objetivos son tan dóciles y están centrados en lo interior?
Para la liberación total se requiere una nueva praxis, explica Fromm: una praxis que trabaje con la dialéctica entre el yo y la sociedad, entre la búsqueda interior para alcanzar el bienestar y la transformación de las estructuras socioeconómicas.
Tenemos que revolucionar el mindfulness. Para ello es necesario aceptar las limitaciones de lo que se enseña hoy en día y prescindir del foco mediático que lo rodea. Las funciones terapéuticas de las intervenciones basadas en mindfulness son desde luego útiles; no hay que dejar de utilizarlas, pero debemos hacer mucho más. Calmar la mente nos puede ayudar a interactuar con las realidades sociales, históricas y políticas. No hace falta otra forma de praxis que esté definida en términos biomédicos y universales.
El mindfulness necesita incorporarse en las historias orgánicas y el conocimiento local de las comunidades para permitirles ver las cosas tal y como son. El hecho de reconocer que el descontento, la ansiedad y el estrés no son solo culpa nuestra, sino que están conectados con causas estructurales, se convierte en combustible con el que encender la resistencia. Como dice Mark Fisher en Realismo capitalista, «los trastornos afectivos son formas cautivas de descontento, que es necesario exteriorizar y dirigir contra su causa real, el Capital»30.
La liberación del mindfulness depende de que se generen lazos de solidaridad a partir de las ruinas del McMindfulness, ayudando así a las víctimas de la explotación a oponer resistencia a las exigencias inhumanas del capitalismo. El objetivo es una «explosión consciente» individual y colectiva que convierta el agotamiento y la depresión en formas constructivas de activismo.
Más allá del McMindfulness
El mindfulness social no es una iniciativa dirigida por expertos. No pretende vender servicios «basados en pruebas». Sus propósitos son regenerativos, puesto que contribuyen a reparar las solidaridades y los lazos sociales que el neoliberalismo destruye. No adopta el punto de vista del poder y rechaza colaborar con intereses institucionales o actuar en su nombre. Es decir, sirve a los intereses comunitarios: reconoce los vínculos entre la liberación personal, social y ecológica. Por tanto, se lo puede considerar un «mindfulness cívico», como lo llama Kevin Healey, porque devuelve la atención colectiva a las responsabilidades compartidas31.
En vez de caer en la desesperación por los estragos del capitalismo o de aferrarnos a los mitos sobre su destrucción inmediata, podemos liberarnos poco a poco mediante una acción significativa. Esto tiene un gran alcance, porque revierte nuestro desmembramiento por parte del neoliberalismo, que nos divide para que nos las arreglemos por nuestra cuenta en medio de un entorno despiadado y de paso suprime nuestra memoria colectiva. No resulta sorprendente que mucha gente sienta desesperación, pasividad o cinismo. Tenemos que re-membrar: volver a reunirnos, recordar lo sucedido y cultivar lo que Bhikkhu Bodhi denomina «compasión concienzuda», para despertar nuevas perspectivas:
Puede surgir una voz colectiva que ponga en marcha las fuerzas necesarias para articular y encarnar un nuevo paradigma basado en la dignidad intrínseca de la persona y la interdependencia de toda la vida terrestre. Una colaboración de este tipo podría servir para difundir unos valores distintos que ofrezcan alternativas sanas a los imperativos de libre mercado del corporativismo, la explotación, el consumismo y el crecimiento económico tóxico32.
El mindfulness revolucionario no idealiza el momento presente ni prescinde del juicio crítico. Más bien, acoge el pasado y el futuro en su búsqueda consciente del cambio social. Esta aproximación comunitaria es anticapitalista sin complejos, ya que se construye sobre los cimientos de la crítica para visualizar el surgimiento de un nuevo bien común. La felicidad individual no tiene sentido a no ser que todos los seres humanos se liberen de la opresión, la pobreza y la violencia y tengan libertad de expresión y de acción en la esfera pública.
Eso no significa que tengamos que sufrir mientras tanto. No podemos ayudarnos mutuamente si no nos ayudamos a nosotros mismos, pero hay que ir más allá de la retórica de cara sonriente del mindfulness mercantilizado. La insatisfacción y la infelicidad no impiden la revolución, sino que la alimentan.
Para liberar al mindfulness tenemos que enfrentarnos a nuestras propias ilusiones, porque, aunque este sea a veces un proceso solitario, no es un retiro del mundo exterior. Al contrario, puede profundizar nuestra sensación de conexión, siempre y cuando vayamos más allá de aferrarnos a la separación ilusoria del yo. Si nos quitamos esta capa defensiva, y con ella el sentimiento constante de carencia que genera, afrontaremos nuestra impotencia individual.
En esa percepción del vacío propio, de la futilidad de alcanzar la comodidad y el control, encontramos un poder liberador que va más allá del «yo» aislado. El verdadero mindfulness revolucionario no es dual: su fuerza transformadora es indivisible y no pertenece a nadie. Si la aprovechamos colectivamente, podemos encontrar la liberación de todos los seres sensibles.
El disenso a menudo se ve sofocado por la fijación en el momento, el abandono del «hacer» y los pensamientos sobre la acción. En cambio, se nos dice que nos retiremos a condiciones inestables, entregándonos a lo que Berlant llama “fantasías convencionales de buena vida”. La atención plena está muy bien como mecanismo básico de afrontamiento, pero como estrategia revolucionaria parece vacía y tienta a sus seguidores con el reconfortante impasse de la pasividad.
Una vida de momentos conscientes corre el riesgo de sufrir una “infantilización cultural”, advierte el estudioso y crítico de la educación Henry Giroux. “La irreflexión se ha convertido en algo que ahora ocupa un lugar privilegiado, si no celebrado, en el panorama político y en los principales aparatos culturales”. 6 A menos que se combine con enseñanzas más liberadoras, la atención plena sólo hace que los sistemas opresivos funcionen más suavemente.
Liberándose
En teoría, la atención plena debería hacer algo similar, al menos en su contexto budista tradicional. Como lo describe Deborah Orr, profesora de filosofía de la Universidad de York: “El resultado potencial de esta práctica es la comprensión experiencial de que el yo es una construcción, nosotros en el Occidente moderno diríamos una construcción social, que puede fomentar una autocomprensión delirante. 12 La falta de un sentido fijo de uno mismo es una de las características centrales del budismo, junto con la impermanencia y la insatisfacción que esto induce.
“Como todas esas otras personas y cosas que hay en el mundo, yo tampoco soy más que una construcción mental, una máscara fantasma que cubre la realidad del cambio”, explica el estudioso del budismo C.W. Huntington. “Detrás de la fachada no existe tal yo, sólo el flujo incesante e inasible de acontecimientos que emergen y desaparecen espontáneamente”. 13 Esta revelación puede resultar profundamente inquietante a menos que se introduzca en un contexto más amplio. Nuestros miedos y deseos tienden a hacernos negarlo.
En este sentido, parte de nuestro sufrimiento proviene de un engaño personal y debe abordarse a nivel individual. Se dice que en sus últimas palabras, el Buda instó a sus discípulos: “Esfuércense por alcanzar la meta con diligencia”. 14 Sin embargo, la meta incluye ver todas las cosas como si estuvieran conectadas: la percepción de la interdependencia conocida como pratitya-samutpada. Entonces, si bien parte de nuestro engaño está en nuestra cabeza, desconectarnos de las condiciones que nos hacen sufrir también es un engaño desde un punto de vista político.
En términos budistas, Huntington señala: “Ser alguien –cualquiera– es sufrir continuamente”. Sin embargo, incluso si comprendemos eso, vivimos en un mundo lleno de sufrimiento innecesario, parte del cual podemos aliviar cambiando las condiciones producidas por el engaño, la codicia y la mala voluntad. Se dice que estos venenos mentales disminuyen con la atención plena budista “correcta”, permitiendo que prevalezca una conducta sana. Esto también puede combinarse con intentos de hacer lo mismo a nivel social.
A menos que genere conciencia sobre los orígenes sociales del sufrimiento, la atención plena es simplemente autogestión, localizando los problemas en la cabeza de los individuos. Esto hace que las soluciones colectivas que necesitamos sean mucho menos probables.
Dar la vuelta al revés
El poder liberador de la atención plena se está apagando. Expertos como Kabat-Zinn imponen métodos científicos, sostiene William Davies en The Happiness Industry, como “una base para juzgar el comportamiento y la mentalidad de las personas, más que la estructura de poder”.18 No tenemos que seguirlos. En lugar de sofocar conscientemente la infelicidad, ignorando sus fuentes, deberíamos aprender a “ver las cosas como son”, para citar una perogrullada meditativa. «A menudo se dice que la depresión es ‘ira dirigida hacia adentro'», observa Davies. “En muchos sentidos, la ciencia de la felicidad es una ‘crítica volcada hacia adentro’, a pesar de todos los llamamientos de los psicólogos positivos a ‘observar’ el mundo que nos rodea.”19
Nuestro sufrimiento es a menudo una guía sobre lo que necesita cambiar, tanto en el mundo como en cómo respondemos. Revertir la crítica hacia afuera elimina la cobertura intelectual que el movimiento de atención plena ofrece al capitalismo. Al privatizar el estrés como un problema personal y utilizar la ciencia para afirmar esta agenda, la atención plena vuelve a los individuos hacia sí mismos. Esto no sólo culpa a las víctimas de la disfunción cultural, sino que impulsa una espiral de ensimismamiento narcisista.
Por supuesto, es importante sentirse menos estresado, pero esto debe combinarse con conocimientos empoderadores, no con pacificación. La atención plena verdaderamente revolucionaria es liberadora, social y cívica. Depende del pensamiento crítico, no de la desconexión sin prejuicios.
Las elites modernas y conscientes, como Kabat-Zinn, reducen los males sociales a una “enfermedad del pensamiento” personal, causada por una rumiación excesiva y una biología anticuada de la Edad de Piedra. MBSR traza una distinción simple entre ser consciente y no tener sentido, del mismo modo que el neoliberalismo divide a la sociedad en ganadores y perdedores. En ninguna parte se sugiere que nuestro “trastorno por déficit de atención” pueda tener causas sociales y políticas, o que existan conexiones entre la pobreza, la falta de vivienda adecuada y las desigualdades sociales y la prevalencia de enfermedades mentales, estrés, problemas de conducta y problemas de aprendizaje.
La atención plena se ha visto socavada por su éxito. Su potencial radical fue usurpado por élites que tienen un interés personal en su estatus de expertos, a través del cual se patologiza a los individuos. Ver las cosas como realmente son revelaría tales distorsiones del poder y los privilegios, y el marco neoliberal que ayuda a sostener. La avaricia institucionalizada, la mala voluntad y el engaño infestan toda nuestra cultura, infectando a los medios de comunicación, las corporaciones, la política y el ejército.
Esta institucionalización hace que las fuentes colectivas de sufrimiento sean casi invisibles, sostiene Bruce Rogers-Vaughn en Caring for Souls in a Neoliberal Age.21 “Los opresores”, escribe, “ya no tienen rostros, ni siquiera los ‘rostros’ impersonales del Estado, las corporaciones. – ración, o la iglesia”. Si los promotores de la atención plena quieren dejar de servirles, deben limitar el enfoque biomédico a los individuos y desarrollar nuevas narrativas explicativas. Necesitan dejar de esconderse detrás de su retórica “universal”, alegando neutralidad terapéutica o afirmando que la ética está de alguna manera “implícita”. Más bien, deben adoptar una postura clara.
Obras citadas:
García Campayo J. Nuevo Manual de Mindfulness. Barcelona: Siglantana, 2018.