Autoconocimiento: Cómo conocerte a ti mismo»

Conocerte a ti mismo es una meta del ser humano desde la antigüedad. Ya desde la época clásica los antiguos sabios volvían una y otra vez sobre esta frase que encierra una de las claves para entender qué es la vida. El autoconocimiento es un proceso reflexivo en el cual una persona adquiere noción de su yo, de lo que lo caracteriza, de sus cualidades y defectos, de sus limitaciones, necesidades, aficiones y temores. Es un paso previo para comprender y dar sentido a la vida y a todo lo que nos rodea.

Se dice que actualmente el coaching y los libros de autoayuda están de moda. Es cierto que se han convertido para muchos/as en un instrumento para intentar resolver sus problemas, inseguridades. En muchas ocasiones los falsos sanadores/as simplemente se aprovechan de la angustia vital que cada vez embarga más al ser humano actual. Dejando a un lado el timo que pueden ser estas publicaciones, lo cierto es que entendernos y descubrir el sentido de nuestras vidas es una inquietud que siempre ha estado entre nosotros/as. Desde Sócrates, Platón, y otros muchos/as pensadores/as, encontrar el sentido de la vida pasa irremediablemente por conocer primero nuestra naturaleza y nuestros deseos. La búsqueda de la verdad y del conocimiento es la pulsión de todas las ciencias y también las artes han indagado sin descanso en la naturaleza del ser humano.

Conociéndote a ti mismo/a

La frase «conócete a ti mismo» estaba inscrita en el Templo de Apolo en Delfos, y Sócrates la repetía a sus discípulos constantemente. Esta frase apela a la necesidad de comprender y conocer nuestro mundo interior para poder después entender la realidad de afuera y así encontrar la verdad. La ley del espejo, explicada en otra entrada anterior, complementa este autoconocimiento enfocado a las relaciones con nosotros mismos/as y con los demás. Otra forma de leer esta frase es considerando el autoconocimiento como un paso fundamental para acceder al conocimiento, a la verdad de las cosas fuera de nosotros.

Autoconocimiento y búsqueda de la verdad

La frase «Conócete a ti mismo» resumía efectivamente lo que pensaba Sócrates, uno de los pensadores más grandes de la historia. Si logramos conocernos a nosotros mismo podremos llegar a conocer la naturaleza de lo bueno y lo malo. El ejercicio de auto conocimiento es también el camino para poder lograr la fuerza del carácter, el autodominio, una adecuada autoestima y amor propio. Todo ello será necesario para lograr la plenitud en la vida y para poder estar bien con los demás.

Con sus discípulos y todo el que debatía con él hacía uso de la ironía y sobre todo de la mayéutica para ayudar a su interlocutor a ir más allá de lo que «creía saber» y «dar luz» al conocimiento verdadero. La mayéutica no es otra cosa que el método aplicado por Sócrates a través del cual el maestro hace que el alumno, por medio de preguntas, llegue al conocimiento. El conocimiento se encuentra latente de manera natural en el ser humano y es necesario descubrirlo. La mayéutica consiste en la creencia de que existe un conocimiento que se acumula por la tradición y la experiencia de generaciones pasadas.

¿Y cómo podemos comenzar a conocernos? Pregúntate

Si aplicamos la mayéutica al autoconocimiento es el individuo es que descubre la verdad que se encuentra en él latente e inconsciente. Por tanto todo lo que hay que hacer es hacernos las preguntas apropiadas con tal de guiarnos hacia la autoreflexión. Generamos una dinámica de preguntas y nuevas preguntas sobre las respuestas. Paulatinamente, las preguntas y respuestas nos llevan a un proceso de interioridad y ver respuestas sobre nosotros/as mismos/as de forma explícita. De no utilizar este método es más difícil obtener respuestas ya que éstas seguirían implícita en nuestra mente.

Se trata de descender hasta nuestras interioridades más profundas y extraer de ellas, mediante el diálogo con nosotros mismos, nuestras verdades y valores. Estas verdades o valores propios son los que nos ayudan a tener claro qué nos hace felices o nos perturba o qué necesitamos y es primordial en nuestra vida.

A medida que crecemos vamos formándonos una imagen mental propia, o falso ego, que estaría basada en nuestro condicionamiento personal y cultural. Sin embargo, este yo es una imagen que construimos y casi obsesionada sobre todo con nuestro pasado y contantemente proyectando un futuro propio

Quien mira hacia adentro despierta, quien mira hacia afuera sueña”

Carl Jung

Técnicas para desarrollar el autoconocimiento

Estas son algunas de las técnicas que puedes utilizar para desarrollar tu autoconocimiento:

1. Pensamiento auto-crítico

Pregunta y pregúntate. De todo lo que sabes o has aprendido ¿qué es importante o has descubierto con la experiencia y tus relaciones? ¿Qué ocurre a tu alrededor o interior cuando te sientes feliz? ¿qué tipo de vida quieres tener? ¿Cómo te gusta imaginarte a ti mismo dentro de 10, 20 o 30 años? Tener este tiempo y espacio para preguntarte, te permitirá conectar con el sabio interno que reside en ti.

2. Trabaja tu inteligencia emocional

Conoce e identifica tus emociones sin llegar a ponerles etiqueta de «malas» o «buenas». La Alegría, frustración, impotencia, miedo, felicidad o asco son emociones todas útiles y nos cuentan mucho sobre nosotros/as msmos/as. Trabajar tu inteligencia emocional te ayudará a gestionar esas emociones y conectarlas con tus acciones de forma coherente con tus valores y con lo que realmente quieres.

3. Escucha a tu cuerpo

Nuestra mente y cuerpo están tan conectados que podemos aprender a relacionar sensaciones físicas con emociones. ¿Qué sientes en tu cuerpo cuando estás enfadado? ¿dónde siento la felicidad?

4. Rodéate de aquellos/as que te inspiran y te enseñan

Existen personas que nos rodean y que por sus experiencias o vivencias han aprendido este viaje del autoconocimiento. Ya han aprendido de la autoreflexión y han encontrado respuestas a sus preguntas y al sentido de la vida. Habla con ellos e inspírate por ellos/as. Estas personas te pueden ayudar a encontrar las estrategias que mejor te ayuden a conocerte.

5. Toma como punto de partida la empatía y la humildad

Los grandes sabios que han existido destacaban por estos dos valores. La humildad y la empatía son dos valores imprescindibles para vivir en sociedad y para cuidarnos bien. La humildad te ayuda a preguntarte por lo que realmente sabes y tienes y ser consciente de todo lo que aún te queda por aprender y conseguir. La empatía es un valor recíproco porque saber acompañar al otro en sus emociones, nos permite reconocer las nuestras propias y viceversa.

La empatía es un magnífico instrumento contra los conflictos con otras personas o todo aquel/a que consideramos nuestro opuesto o enemigo. “El otro” nos hace de espejo (Ley del espejo) y provocan reacciones consciente e inconscientes que forman también parte de este viaje. Sin autoconocimiento no tenemos respuestas y entonces alguien más decide por nosotros, desde qué comemos, a qué nos dedicamos, a dónde vamos de vacaciones, qué tipo de actividades hacemos, qué tipo de amistades tenemos, con quién nos casamos y qué carrera tenemos que elegir.

Desarrollar el autoconocimiento en adolescentes

Si es importante tan importante el autoconocimiento para el ser humano ¿por qué no se enseña en las escuelas? ¿o se hace y no somos conscientes de ello? Cuanto antes empecemos a aprender el proceso del autoconocimiento más capaces seremos de orientar nuestras vidas en la dirección correcta. Si nuestros jóvenes comienzan a conocerse a tiempo tendrán menos conflictos a la hora de descubrir quienes son y qué quieren ser en la vida.

A continuación recogemos algunas estrategias para trabajar el autoconocimiento con adolescentes en los centros educativos inspiradas en una publicación del Instituto de Bienestar Integral:

Descubre tus emociones.

Es tan fácil como ponerle nombre a lo que sentimos, por conocer las emociones. Durante dos minutos escribe en las notas de tu teléfono o en una hoja de papel todas las emociones que conozcas.¿Listo?

¿Cuántas emociones lograste escribir?

Te comparto aquí la Rueda de las Emociones.

¿Ya viste cuántas emociones diferentes existen? Más de cien.

Generalmente nos quedamos en las seis emociones básicas: felicidad, sorpresa, ira, miedo, tristeza y asco. Pero debajo de cada una de estas hay más capas de posibilidades. Hay diferentes sabores de tristeza, por ejemplo, sabor culpa, sabor solo, sabor vacío, etc. Y es muy importante hacer esta distinción porque las medidas que tenemos que tomar para remediar cada emoción son diferentes.

La mayoría de las personas somos analfabetas emocionales. Si no conocemos las emociones, si no sabemos qué nombre ponerle a lo que sentimos, entonces tampoco podemos diseñar una solución a la medida.

Reconecta con tu cuerpo

 Cuando experimentamos una emoción, una señal eléctrica pasa por nuestro cerebro y se traduce en una sensación física. Las respuestas físicas pueden ser variadas: músculos del estómago contraídos, ritmo cardiaco acelerado, boca seca, manos sudorosas, frio, piernas temblorosas, nudo en la garganta, ganas de saltar. Nuestra mente y cuerpo están tan conectados que podemos aprender a relacionar sensaciones físicas con emociones.

Pregúntate… ¿Dónde siento el miedo?, ¿En qué parte del cuerpo siento la vergüenza?, ¿Dónde siento la felicidad? Cuando me guardo lo que verdaderamente quiero decir me cuesta trabajo tragar. Cuando tengo miedo, me da mucho frío. Cuando siento angustia, parece que tengo un elefante sentado en el pecho.

Muchas emociones son inconscientes. Primero las sentimos físicamente y luego atraviesan a la conciencia. Estar en sincronía con nuestro cuerpo para identificar nuestras emociones es casi como magia. Haz pausas para identificar qué sientes y dónde lo sientes, practica la atención plena o mindfulness.

Encuentra el vínculo entre emociones y acciones

 Las emociones son impulsos a la acción. Si ponemos atención vamos logrando conectar lo que pensamos, con lo que sentimos y lo que hacemos. ¿Qué haces cuando te sientes enojado? Algunas personas gritan, otras enmudecen. Tratemos de hacer conexiones del tipo: enojo-grito, aburrimiento-morder las uñas, ansioso-tomar dos copas de vino, deprimido-darle cucharadas a la Nutella, vulnerable-evadir al mundo.   

Es importante vincular la emoción que sentimos con la acción que habitualmente tomamos para que la siguiente vez que se presente el estímulo, logremos cambiar nuestra respuesta.

Identifica tus detonadores

 ¿Qué te saca de tus casillas? ¿Hay ciertas cosas que te ponen de mal humor? ¿Qué acciones activan lo peor de ti? Probablemente es un compañero de clase, un familiar, una conducta que automáticamente te vuelve loca/o. Puede ser iniciar una conversación que no te gusta y te pone a la defensiva. Tienes que identificar perfectamente bien qué personas, situaciones, conversaciones, lugares o fechas te disparan.

Si somos conscientes de lo que «nos dispara» podremos trazar un plan de acción para mantener la calma la siguiente vez que jalen el gatillo.

Lleva un diario de emociones

 El obstáculo más grande para desarrollar el autoconocimiento es la objetividad. En un diario puedes registrar eventos que detonan emociones fuertes y describir tus reacciones. Con esta práctica puedes identificar patrones y distinguir cómo te sientes físicamente ante cada emoción.

Identifica el efecto de tus emociones en los demás

 Cuando soltamos una piedra en el agua, comienzan a formarse anillos hacia afuera. Nuestros despliegues de emociones, para bien o para mal, tienen consecuencias en las personas a nuestro alrededor. Las emociones son contagiosas. Piensa qué pasa con la conducta de los que te rodean cuando tú estás de pésimo humor… Si tu gritas ¿qué hacen ellos/as? Si no les escuchas y les acusas ¿Qué te repsonden? Pon atención a lo que contagias tú.

Identificar y manejar nuestras emociones es un trabajo de tiempo completo y puede ser verdaderamente agotador. Desarrollar el autoconocimiento nos permite aprender de nuestros errores más rápido, libera tiempo y energía que podemos dedicar a aventuras más interesantes.


Otras formas de trabajar el autoconocimiento en adolescentes incluyen técnicas de mindfulness. El control de las emociones y el estrés y la reconexión con nuestro cuerpo.