Meditaciones Marco Aurelio: Resumen

Las meditaciones (Marco Aurelio) son sin duda uno de los libros más útiles e interesantes que se ha escrito jamás. Aunque pueda parecer exagerado, este libro recoge las recomendaciones fundamentales para guiarte en la vida aunque realmente Marco Aurelio no lo escribió para nadie, sino para sí mismo. Son sus reflexiones personales e íntimas sobre todo lo que nos rodea y constituyen una de las obras clave del estoicismo.

El estoicismo es una filosofía especialmente útil en los tiempos que corren donde la pandemia nos hace cuestionarnos la importancia de las cosas tal y como las habíamos considerado hasta ahora. Ante la fragilidad del ser humano actual viene bien recordar la sabiduría antigua que tantas veces acierta.

Lo más asombroso del libro es su actualidad ya que seguimos buscando respuestas a los mismos temas y cuestiones que ya este gran filósofo y emperador a quien denominaban «el sabio» supo recoger en el siglo II. Son respuestas muy simples y efectivas para no perdernos en las adversidades, siempre presentes, de la vida y para disfrutar plenamente de la vida desde una perspectiva racional, ética y práctica.

El título original en griego, Τὰ εἰς ἑαυτόν, Tà eis heautón, (literalmente ‘cosas para sí mismo’) puede ser traducido como «meditaciones,» «Pensamientos,» o «a sí mismo.» Realmente la falta de unidad del texto nos hace pensar que Marco Aurelio se limitó a anotar esos pensamientos y reflexiones que tuvo a lo largo del tiempo sobre temas fundamentales en su vida y en la sociedad. Además también suponen un tributo a todo lo que él mismo aprendió de otros y otras. Por esta razón es un libro que sin duda merece la pena leer.

En esta entrada he hecho una selección de ideas y frases que me resultan útiles y dignas de recordar. Son una selección personal por lo que te animo a hacer tu propia lectura, que será seguro muy enriquecedora.

Si te animas a leerlo te recomiendo esta edición que es económica y con una traducción acceptable

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Meditaciones Marco Aurelio. Los libros

Los libros desde el II al XII contienen meditaciones sobre la condición humana, la vida, la muerte, el universo, la creación, la moralidad, la fortuna y otros valores. Marco Aurelio escribe desde una actitud introspectiva, como encerrándose en sí mismo en una meditación melancólica aceptando el peso de la vida misma y del imperio. Muy emparentado con las posiciones estoicas, suele poner el énfasis en el sentimiento de impotencia del hombre ante Dios, y de la superficialidad de las representaciones y experiencias humanas.

Ante el “no sentido” del mundo y la realidad caduca de la vida, la única forma de encontrar sentido es volver sobre sí mismo y dar significado a su propia existencia individual. Como para Séneca, para Marco Aurelio el alma es distinta y separada del cuerpo pero está compuesta del alma entendida como espíritu y del intelecto. Sobre ello explora en sus sabias reflexiones, al igual que hiciera Séneca en sus escritos. Todo ello nos ayuda a entender mejor la vida, la sociedad, el ser humano.

En esta entrada condensamos algunas de las mejores frases, pensamientos, reflexiones que pueden ser extremadamente provechosas para cualquier lector/a del siglo XXI que se pregunte cómo es la mejor manera de vivir una vida satisfactoria y cómo afrontar y superar los obstáculos que encontramos a diario y que nos producen estrés, ansiedad o sufrimiento.

Meditaciones Marco Aurelio: Resumen en 13 frases

13 citas para la felicidad y la tranquilidad

  1. «Acuérdate de esto siempre: para vivir felizmente basta con muy poco».
  2. «El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele».
  3. «Es ridículo no intentar evitar tu propia maldad, lo cual es posible, y en cambio intentar evitar la de los demás, lo cual es imposible».
  4. «La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella».
  5. «No desprecies la muerte, acéptala de buen grado, porque forma parte de lo establecido».
  6. «No lo hagas si no conviene. No lo digas si no es verdad».
  7. «Recuerdo a los hombres famosos del pasado: Alejandro, Pompeyo, Julio César, Sócrates y tantos otros; y me pregunto: ¿dónde están? ¡Cuánto han luchado, para luego morir y volverse tierra!».
  8. «Pronto me llegará la orden: te has embarcado; has navegado; has llegado; desembarca…».
  9. «En ninguna parte puede hallar el hombre un retiro tan apacible y tranquilo como en la intimidad de su alma».
  10. «Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad».
  11. «Vive una buena vida. Si hay dioses y son justos, te darán la bienvenida en base a las virtudes por las que has vivido. Si no hay dioses, habrás vivido una vida noble que perdurará en la memoria de tus seres queridos. Y si hay dioses, pero son injustos, entonces no debes querer adorarlos».
  12. «Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás la fuerza».
  13. «No vivas como si fueras a vivir diez mil años. Tu destino pende de un hilo. Mientras estés vivo, hazte bueno».

Meditaciones Marco Aurelio: Mejores citas libro a Libro

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Meditaciones Marco Aurelio Libro I

En el primer libro Marco Aurelio hace un repaso muy breve de todo lo que ha aprendido de las personas de su entorno, su familia, amigos, maestros y compañeros/as que fueron ejemplos para él.

Meditaciones Marco Aurelio Libro II

El verdadero modo de vengarse de un enemigo, es no asemejársele.

Si no conviene, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas. Sé dueño de tus inclinaciones.

Realiza cada una de tus acciones como si fuera la última de tu vida. No obres como si fueras a vivir mil años; obra como si el fin estuviera muy cerca.

La vida del hombre es corta; la tuya casi ha pasado y no solamente no te honras todavía, sino que fundas tu felicidad en lo que pasa en el alma de los demás.

No hay nada tan digno de compasión como el hombre que va de izquierda a derecha, que escudriña, como dice el poeta, hasta las entrañas de la tierra y que intenta adivinar lo que sucede en los demás sin darse cuenta de que sería suficiente para su felicidad ser constante con el alma que reside en sí mismo si le consagrara sincera devoción.

Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.

Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir: respirar, pensar, disfrutar, amar.

No sueñes con las cosas que no tienes, más bien reconoce las bendiciones de las cosas que sí posees. Luego, recuerda agradecido cómo estarías de ansioso si tus posesiones no fueran tuyas.

La única riqueza que conservarás para siempre es la riqueza que has obsequiado.

Muchas veces me he preguntado cómo es que cada hombre se ama más a sí mismo que al resto de los hombres, pero a pesar de todo le da menos valor a sus propias opiniones de sí mismo que a las opiniones de otros.

Meditaciones Marco Aurelio Libro III

No se debe pensar sólo que cada día que pasa abrevia la vida y que, por consiguiente, la parte que nos resta por vivir es más corta; no, es preciso pensar que si se llega a una edad madura (si bien no es más segura), no es probable que se conserve la misma claridad …. Es preciso, pues, aprovechar el tiempo, y ello no solo porque cada instante es un paso más que damos hacia la muerte, sino por el hecho de que antes de morir perdemos la capacidad de concebir las cosas y de prestarles la atención que merecen.

El corto espacio de tiempo que te queda por vivir no lo malgastes en pensar en los asuntos ajenos, a menos que estos no sean un bien para la sociedad. No podrás ocuparte de lo que otro hace y por qué lo hace, de lo que dice o piensa, de las intrigas que trama o de otra cosa cualquiera por el estilo, si no es faltando a alguno de tus deberes. … Acostúmbrate, pues, a pensar tan noble y rectamente que si de súbito te hicieran esta pregunta: «¿En qué piensas?», pudieras contestar inmediatamente y con toda franqueza: «Pienso en esto o en aquello», y de modo que, por tu respuesta, se viera en seguida que tu alma está llena de sencillez, de bondad, que es digna de un ser destinado a vivir con sus semejantes y, en general, a todo lo que halaga los sentidos, sin odio, sin envidia, sin rastrera desconfianza y, en fin, de todas aquellas pasiones que te producirían vergüenza si tuvieras que aceptar que existían en el fondo de tu corazón.

No olvides tampoco que la vida se limita para cada uno de nosotros al tiempo presente, que sólo es un fugaz intervalo; el resto de la existencia no existe, o es incierto. Por consiguiente, la vida de todo ser no representa casi nada; …. la reputación más duradera que uno deja tras de sí apenas si vale algo, pues se transmite mediante una sucesión a individuos insignificantes que, a su vez deben morir también, que no se conocen a ellos mismos y que, como es natural, conocen mucho menos todavía al que murió hace mucho tiempo.

Si unes a estas excelencias el no verte atado por el deseo o por el temor; si te limitas a hacer lo que haces conforme a la naturaleza de tu ser y decir sencillamente la verdad en todos tus discursos y en todas tus palabras, vivirás feliz.

Meditaciones Marco Aurelio Libro IV

Para terminar, acuérdate, pues, de buscar un retiro en el fondo de tu corazón, y, sobre todo, no te desanimes; huye de la obstinación inconsiderada y permanece libre. ¡No lo olvides nunca! El mundo no
es más que una transformación, y la vida, una opinión.

¡Cuánto tiempo se gana no preocupándose de lo que los demás dicen, hacen o piensan y cuidándose únicamente de los propios negocios, de modo que estén de acuerdo con las leyes divinas y humanas y sean dignos de un hombre honrado! No hay que mirar a nuestro alrededor los vicios de los demás, sino que se debe correr en línea recta sin volver la vista ni a un lado ni a otro.

No hagas muchas cosas –dicen– si quieres vivir tranquilo. … En efecto; la mayor parte de nuestras palabras y de nuestras acciones son inútiles; luego suprimiéndolas tendremos más tiempo libre y menos preocupaciones. Es necesario, pues, repetirse a cada instante: «Esto, ¿puede serme acaso de alguna utilidad?». Y no solo debemos evitarnos las acciones, sino también los pensamientos que no son necesarios. De esta manera, las acciones que ellos arrastran no llegarían a tener realidad.

Es preciso también que tengas presente que para cada cosa debes poner un cuidado relativo a su importancia; y, de este modo, no lamentarás nunca el haber consagrado un tiempo precioso a lo que no
lo mereciese.

El tiempo es como un río, cuya rápida corriente arrastra todo lo que lleva consigo. Tan pronto como hay una cosa nueva, es arrastrada como, a su vez, lo serán todas las siguientes.

Tu existencia forma parte de un todo, y te será quitada por el que la ha producido o, mejor dicho, será recibida para ser transformada en el seno de este sabio creador.

Todo es efímero y lo que rememora un recuerdo, es sólo un objeto del pasado.

Eres un alma diminuta que lleva un cadáver, como decía Epicteto

Sé como un promontorio contra el cual vienen a estrellarse continuamente las olas del mar: siempre inmóvil, a su alrededor la furia se hace impotente. “Soy desdichado –dices– porque me ha ocurrido tal accidente”. Di, pues, al contrario: “me considero feliz porque, a pesar de este accidente, no experimento el menor contratiempo ni estoy agobiado por el presente ni atemorizado por el porvenir”. Lo mismo hubiera podido sucederle a otro cualquiera y quizá no hubiese mostrado semejante resignación.

Todo lo que sucede es tan natural y tan poco sorprendente como las flores en primavera y el fruto maduro en el otoño; así pues, la enfermedad, la muerte, la calumnia, las conspiraciones, en una palabra, lo que puede causar alegría o pesar a los necios, no tiene nada de extraordinario.

No pierdas nunca de vista la fragilidad y la inconsistencia de las cosas humanas. El hombre era ayer un simple germen; mañana será una momia, o menos aún, ceniza. Pasemos, pues, este corto instante de la vida conforme a nuestra naturaleza; sometámonos voluntariamente a nuestra destrucción como la aceituna madura que, al caer, parece que bendice la tierra que la ha producido y da gracias al árbol que
la ha llevado.

Meditaciones Marco Aurelio Libro V

En tu dignidad está el hacer y decir siempre lo que conviene a tu naturaleza.

No te preocupes de los juicios y las calumnias de otro. Si lo que has de hacer o decir es bueno, no creas jamás que es indigno de ti. Si los demás hablan a su modo y tienen sus sentimientos personales, no te importe; no hagas caso de ellos. Sigue siempre la buena senda; déjate guiar por tu propia naturaleza y por la naturaleza común. Tanto para la una como para la otra solo hay un camino.

La vivacidad de ingenio no es una cualidad que nos es dado a todos poseer. Conforme; pero hay otras muchas cosas de las cuales no te está permitido decir: «No tengo aptitudes para eso». Procura hacer, por lo menos, todo lo que dependa de ti. Sé sincero, formal, laborioso, comedido, resignado con tu suerte, bondadoso, libre, sencillo, enemigo de frivolidades y magnánimo. ¿No ves cuántas cosas puedes hacer
desde ahora en adelante sin alegar tu ineptitud e incapacidad?

Hay individuos que cuando hacen un favor a su prójimo se apresuran a echárselo en cara. Algunos no llegan a este extremo; pero en su fuero interno consideran a su favorecido como un deudor, y siempre tienen presente el servicio que le han hecho. Otros, en fin, ignoran al parecer hasta el favor que han podido prestar, del mismo modo que la viña no exige nada por haber llevado la uva y se halla, por el contrario, muy satisfecha de haber producido el fruto que le correspondía; como el caballo que ha dado una carrera, como el perro que ha levantado la caza, como las abejas que han elaborado la miel. El verdadero bienhechor no reclama nada, sino que se prepara a otra buena acción; como la viña, que al llegar la estación da otra vez fruto.

Desde un punto de vista, todo hombre se halla ligado estrechamente conmigo y tengo el deber de procurarle el bien y soportarle; no obstante, si alguno pone obstáculos a los actos que me son propios, este individuo se vuelve para mí un ser tan indiferente como el sol, el aire o un animal feroz, que pudieran también poner obstáculos a mis acciones. Pero ninguno de estos puede ponerlos al movimiento de mi
corazón ni a mi voluntad, porque he puesto en ellos una condición y puedo transformarlos; en efecto, mi alma tiene poder para transformar todo lo que se opone a su acción; de suerte que el obstáculo que detiene un trabajo proyectado se convierte en el propio trabajo, y que lo que impide el paso hace
construir un camino.

Honra en el universo a la fuerza más grande: la que dispone de todo. Honra también dentro de tu persona a la fuerza más grande: esta es de la misma naturaleza que aquella. Es la que dispone de todo lo que posees y la que dirige tu vida.

Lo que no es perjudicial a la ciudad no lo es tampoco al ciudadano. Ten por norma esta máxima siempre que te figures que has recibido una ofensa. Si esta ofensa no alcanza a la ciudad, no te puede alcanzar a ti tampoco; y aun suponiendo que la alcance, no debes encolerizarte contra el culpable. ¿De qué te serviría mirarle mal?

¿Que alguien se hace culpable para conmigo? Solo a él debe importarle: suya ha sido la voluntad, suyo es el acto. Por mi parte, sólo tengo en este momento lo que la naturaleza común quiere que tenga, y hago únicamente lo que mi naturaleza individual exige que haga.

Que la parte esencial de tu alma, facultad directora y soberana, no se estremezca con las bruscas y agradables impresiones que la carne experimente, y que en vez de fundirse con la carne se encierre en sí misma y mantenga las pasiones en el límite de los propios miembros. Si por simpatía, cuya causa no depende de ella, estas afecciones llegan hasta el alma a consecuencia de su unión con el cuerpo, no hay, pues, por qué rechazar una sensación que se halla dentro del orden natural, no obstante que tu facultad directora no la tome por un bien o por un mal

Marco Aurelio

Dondequiera que te encuentres abandonado, puedes ser un hombre feliz; entiendo por hombre
feliz el que sabe procurarse una buena situación; y por buena situación, quiero decir buenos principios, nobles aspiraciones y actos ejemplares.

Meditaciones Marco Aurelio Libro VI

El mejor procedimiento para vengarse de los malos es procurar no asemejarse a ellos.

Ante los exquisitos manjares y otros alimentos que me son presentados, puedo perfectamente decirme: esto es un cadáver de pescado, aquello un cadáver de pollo o de cerdo; o también, este falerno es un poco de zumo de uva, aquel vestido de púrpura no es más que un tejido de lana vieja de oveja teñido
del color de sangre extraído de una concha. En cuanto a los placeres del amor, solo son un contacto de cuerpos, un friccionar de nervios, que produce el espasmo y la excreción de una materia espermática. Y del mismo modo que estas ideas, que van directamente al hecho y penetrando en lo más recóndito de los objetos, dan a conocer lo que son en realidad, es necesario obrar con todas las cosas de esta vida. Cuando un objeto aparezca a la imaginación como muy estimable, hay que examinarlo interiormente, considerar su valor intrínseco y despojarlo de todo aquello que puede darle una dignidad ficticia. Una brillante apariencia es de seducción peligrosa; por eso, cuanto mayor apego tienes por una cosa que te parece buena, tanto más grande es luego tu desilusión.

Cuando te parece difícil de ejecutar una cosa, no pienses que es imposible para el hombre. Por el contrario, si una cosa es del dominio del hombre y entra en sus deberes, puedes estar seguro de que también se halla a tu alcance.

Es vergonzoso que mientras tu cuerpo no decae, tu alma sucumba antes que aquel.

Acostúmbrate a lo que el destino te ha preparado y quienesquiera que sean los hombres con los cuales tienes que vivir, ámalos, pero de verdad.

Cuando quieras estar contento, piensa en las cualidades de los que viven contigo; por ejemplo, en la actividad de éste, en la modestia de aquél, en la generosidad del otro. No hay nada que alegre tanto el alma como la imagen de las virtudes que sobresalen en las costumbres de los que viven con nosotros. Procura, pues, tener siempre este cuadro ante los ojos.

Procura convencer a los demás por la persuasión, y siempre que la justicia te lo exija, cumple con tu deber, aun a despecho de ellos. Si recurren, no obstante, a la fuerza para impedírtelo, sopórtalo con paciencia, pues la violencia que emplean contigo despierta en ti otra virtud. Ten presente que tu propósito era únicamente una posibilidad y que no pretendías lo imposible. ¿Qué te proponías? Hacer un esfuerzo hacia el bien. Pues has conseguido tu objeto. No porque nuestros esfuerzos sean contrarios dejan de ser esfuerzos.

Acostúmbrate a escuchar sin distracción todo lo que otro dice y a penetrar todo lo posible en el espíritu del que habla.

Lo que no es bueno para la colmena no lo es tampoco para la abeja.

Meditaciones Marco Aurelio LIBRO VII

No te avergüences de que te ayuden. Tu deber es como el del soldado que está en la brecha. ¿Qué harías tú, pues, estando herido en una pierna y no pudiendo subir solo, si te fuera posible hacerlo con ayuda de otro?

¡Que el futuro no te atormente! Si es necesario, lo afrontarás con el auxilio de la misma razón que te ilumina en las cosas presentes.

En un instante habrás olvidado todo; en otro instante todos te habrán olvidado.

Está en el deber del hombre el amar aun a los que le ofenden. El medio de conseguirlo lo hallarás reflexionando que son para ti como hermanos; que si son culpables, no es a sabiendas, sino por ignorancia; que sin tardar mucho tiempo habréis desaparecido unos y otros; y, sobre todo, que no te han
hecho ningún mal, puesto que no han hecho a tu alma peor de lo que era antes.

Si llegara a suceder que alguien te faltase, pregúntate enseguida cuál es la opinión que ha debido de hacerse de lo que es el bien y de lo que es el mal para que haya podido incurrir en esa falta. Una vez aceptado este punto, solo experimentarás para con él un sentimiento de compasión, sin demostrar por eso ni asombro ni cólera. Es posible también que la opinión que tú mismo tengas sobre el bien sea semejante o casi semejante a la suya; en este caso, debes comprender. Y si su opinión acerca del bien o del mal no es precisamente la tuya, solo debes mostrarte indulgente con un hombre que más que nada está ciego.

La Naturaleza transformará sin tardanza todos los objetos que tienes a la vista; de su sustancia formará otros, y otros aún de la sustancia de estos, de modo que el mundo tenga una juventud eterna.

No pienses en las cosas que te faltan como si ya las tuvieras, sino elige entre las que posees las que más te gusten, y al considerarlas, pregúntate lo que harías para procúratelas si no las tuvieses. Sin embargo, guárdate muy bien de acostumbrarte a ellas y de apreciarlas hasta el punto de atormentarte si un día te llegaran a faltar a causa del placer que te proporcionan.

Aunque otro sea luchador más hábil que tú, no debe importarte; no obstante, debes procurar que no sea más afable, más modesto, más resignado a los accidentes de la vida y más benévolo para los errores del prójimo.

Busca dentro de ti mismo. Ahí está el manantial del bien, tanto más inagotable cuanto más se profundiza.

La ciencia de la vida tiene más relación con el arte de la lucha que con el arte de la danza, porque es preciso estar siempre preparado a sostener con firmeza circunstancias súbitas e imprevistas.

Meditaciones Marco Aurelio LIBRO VIII

No te alarmes ante la idea que te vas formando en tu vida entera. No consideres en conjunto las dolorosas pruebas de todo género que, sin duda, habrás de sufrir, sino a medida que las vayas experimentando dirígete esta pregunta: “¿En qué consiste o qué es lo que en este momento no puedo soportar?”. La contestación te avergonzará seguramente. Ten en cuenta, luego, que no son ni el porvenir ni el pasado los que nos apenan, sino el presente. Luego las penas presentes no son casi nada si las reduces a su intensidad real y si te reprochas a ti mismo el no poder soportar una carga tan liviana.

Si te afliges por una cosa que está fuera de tu alcance, no es la cosa precisamente lo que te aflige, sino la idea que tú te formas; luego en ti está el borrar esta idea de tu espíritu. Si lo que te apesadumbra es una secreta disposición de tu alma, ¿quién te impide corregir tu opinión, que es la causa de ello? Del mismo modo, si estás triste por no poder hacer tal o cual cosa, que a tu parecer está de acuerdo con la sana razón, ¿por qué no haces un supremo esfuerzo en vez de entristecerte?

No agregues nada a la impresión primera de tus sentidos. Que te anuncian que tal o cual habla mal de ti: te anuncian esto, pero no te dicen que te han herido. Veo que mi hijo está enfermo: en efecto, pero no veo que el peligro sea inminente. Atente siempre a la primera impresión que ofrecen los objetos sensibles; no agregues nada interiormente y no habrá lugar a emocionarte. Figúrate, más bien, lo que debe pensar de estos objetos un hombre instruido y al corriente de todo lo que suele suceder en el mundo.

Obra inteligentemente. En tus conversaciones no seas difuso. No divagues en tus pensamientos. Evita, asimismo, el aspecto taciturno y las agudezas de ingenio. No consumas tu vida en los negocios. Que matan, que asesinan, que llenan de maldiciones (a los emperadores), ¿acaso puede impedirte todo esto el que conserves un alma pura, sabia, prudente y justa? Supongamos que un manantial de agua pura y cristalina fuese maldito por un transeúnte: el manantial no por eso dejaría de dar un agua excelente; y si arrojase en él basura o lodo, pronto haría desaparecer estas inmundicias sin que su agua se alterara. ¿Cómo harías tú para poseer interiormente un manantial inagotable como este? Vigilándote a ti mismo continuamente para proteger tu libertad, y con esta, tu bondad, tu sencillez y tu dignidad.

El que tiene miedo a la muerte, tiene miedo de verse privado de todo sentimiento o de tener otros distintos. Mas si no tiene ningún sentimiento, no sentirá, por consiguiente, ningún mal, y si adquiere otra facultad de sentir, será un ser de diferente especie y no cesará de vivir sin temor.

Los hombres han sido hechos los unos para los otros. Instrúyeles, pues, o toléralos.

Penetra hasta el interior del corazón de cada uno y permite también que todos puedan penetrar hasta el interior del tuyo.

Meditaciones Marco Aurelio LIBRO IX

A veces es uno tan injusto sin hacer nada como haciendo algo.

Controla tu imaginación, domina los sentimientos de tu corazón, apaga tus deseos y procura que tu alma sea dueña de sí misma.

Perfecciona a los hombres si puedes, y, si no puedes, recuerda que para ellos te ha sido dado el sentimiento de benevolencia.

Trabaja, no como un miserable ni con el deseo de hacerte compadecer o admirar; no desees más que una cosa y es que no haya en tu vida ni acción ni reposo que no se aplique al interés de la sociedad.

Hoy he salido de todo embarazo, o mejor dicho, he arrojado de mí todo embarazo; pues no estaba en mí mismo, estaba en mi opinión.

Todas las cosas están en estado de transformación. Tú mismo sufres una alteración continua y una especie de agotamiento. Lo mismo ocurre con todo el universo.

Cuando seas objeto de la censura, del odio o de la maldición de ciertos hombres, ve directamente a su alma, penetra en su fuero interno y mira lo que son. Reconocerás que no vale la pena incomodarte por haber formado esa opinión de ti. Sin embargo, hay que desearles bien, pues la Naturaleza los ha hecho tus amigos. Además, los dioses les ayudan de todas maneras por medio de los sueños y los oráculos para hacerles adquirir hasta esos falsos bienes que con tanta inquietud ambicionan.

El principio activo del universo es un torrente que arrastra en su curso a todos los seres. ¿Qué hago poco caso de esos mezquinos personajes políticos que tienen la pretensión de dirigir como filósofos todos los negocios? ¡Qué prodigiosa ineptitud! ¡Oh, hombre! ¿Qué haces? Confórmate con lo que la Naturaleza
exige en la situación presente. Prueba oportunamente a corregir a los otros con tal que lo hagas sin ostentación. Pero no esperes jamás poder establecer la república de Platón.

Conténtate si consigues hacer a los hombres un poco mejores; esto ya no es poco, puedes creerlo. Porque, en fin, ¿Quién les hace cambiar de opinión? Y sin este cambio, ¿Qué harás? Esclavos que gemirán de su servidumbre, hipócritas bajo la máscara de obediencia. Y ahora, háblame de un Alejandro, de un Felipe, de un Demetrio de Falera. ¿Han conocido lo que exigía de ellos la común naturaleza? ¿Se han gobernado a sí mismos? Esto es cosa suya. Mas si no han hecho más que ruido sobre la escena del mundo, yo no estoy condenado a imitarles.

Conserva la tranquilidad del alma, cuando lo que te ocurre proviene de una causa exterior. Confórmate con la justicia en lo que se produce por un motivo que emana de ti; es decir, en toda intención, acción, no te propongas otro objeto que el bien de la sociedad, finalidad eminentemente en relación con la Naturaleza.

¡Qué espíritu el de esos hombres! ¡Qué miserias y qué cosas a las que le dan importancia y que te producen su amistad y sus reverencias! Mira el fondo de su alma como si estuviese desnuda. Esta gente imagina que nos entristecemos por sus censuras o halagamos por sus elogios. ¡Qué presunción!

¿No vale más disponer de lo que de ti depende y conservar tu libertad que atormentarte por lo que está fuera de tu poder y te sujeta a una baja servidumbre?

Cuando alguno te haya ofendido por su descaro, pregúntate inmediatamente: “¿Es posible que en el mundo no haya imprudentes? No; eso no es posible». No pidas, pues, lo imposible. Ese hombre es uno de esos imprudentes que necesariamente debe tener el mundo. En cuanto al trapacero, al traidor, en una palabra, al culpable, cualquiera que sea, hazte la misma reflexión. Acordándote de que es imposible que no existan gentes de esa especie, tendrás más indulgencia para cada uno de ellos.

Es también de gran utilidad preguntarte, en primer lugar, qué virtud la Naturaleza ha dado al hombre para defenderse contra las faltas ajenas. Le ha dado, en efecto, la dulzura como preservativo contra la brutalidad y, por decirlo así, diversos antídotos, unos contra un defecto, otros contra otro. Después de todo, solo de ti depende poner en buen camino a quien está extraviado. Pues todo hombre que falta a su deber yerra el objeto de su vida: se ha equivocado de camino. Además, ¿en qué te ha podido perjudicar la ofensa? Piensa, y encontrarás que ninguno de los que han provocado tu indignación ha podido, a pesar de todo, alterar las cualidades de tu alma; y solo en eso consiste el verdadero mal y el daño.

¿Qué mal hay para ti o qué hay de extraño en que un hombre sin educación se comporte como el que no la tiene? Ten cuidado de no tener, más bien, que reprocharte a ti mismo el no haber esperado de tal hombre tal ofensa. Era una cosa probable; la luz de tu razón debía hacértelo presumir; sin embargo, por no haber pensado te extrañas de su falta. Sobre todo, cuando tienes que quejarte de la perfidia de un hombre o de su ingratitud, lanza una mirada sobre ti mismo. Pues, sin duda, falta tuya es haber creído que un hombre sin fe sería fiel, o haber tenido, al hacer el bien, otro objeto que hacerlo y gustar en el momento mismo todo el fruto de tu buena acción.

Has prestado servicio a un hombre; está bien; ¿Qué más quieres? ¿No te es suficiente haber obrado conforme a tu naturaleza? ¿Necesitas que te paguen? Es como si el ojo pidiese una recompensa porque ve, o los pies porque marchan. En efecto, lo mismo que esas partidas del cuerpo que han sido organizadas para un fin especial y que, obrando según su organización, no hacen más que la función que les es propia, lo mismo el hombre, habiendo sido creado para ser bienhechor, no hace sino las funciones de su organización particular cuando hace bien a alguien o contribuye a procurarle ventajas exteriores.

Meditaciones Marco Aurelio LIBRO X

O la Naturaleza te ha dado bastantes fuerzas para soportar todo cuanto te suceda o no. En caso de que tengas bastantes para soportar lo que te suceda, no te indignes, sino llévalo con naturalidad; y si el accidente está por encima de tus fuerzas, ten paciencia, porque al consumirte él también se consumirá. Sin embargo, ten presente que, por tu naturaleza, puedes soportar todo lo que es tolerable y soportable, considerando para ello tu verdadero interés y tu deber.

Si se equivoca, corrígele con afecto, haz que reconozca su error; pero, si tú no puedes convencerle, no acuses a otro, sino a ti mismo, o no te acuses.

Bien se admita la reunión fortuita de átomos o bien la naturaleza particular, es preciso primero sentar que yo soy una parte del Todo que está regido por la naturaleza universal; después, que existe cierta analogía entre yo y las partes que son de mi especie. Penetrado de este pensamiento, que soy una parte del Todo, no recibiré de mala gana nada de cuanto me esté reservado; porque aquello que es útil al Todo no puede ser perjudicial a la parte, y no hay nada en el Todo que no le sea esencialmente útil.

Del mismo modo, recordándome que soy una parte del universo tal como existe, me someto con gusto a todo cuanto me acontezca; y puesto que existe cierta afinidad entre yo y las partes que son de mi especie, no haré nada que sea perjudicial para la sociedad; ¿Qué digo?, me ocuparé particularmente de mis semejantes, dirigiré toda mi actividad hacia todo lo que contribuya al bien general, evitando cuanto le sea perjudicial.

¿Para qué se han de hacer elucubraciones cuando se ve a las claras lo que se debe hacer? Si por tu parte lo ves, camina en pos de tu ideal, tranquilamente y sin mirar hacia atrás, y si no lo ves, vuelve de tu resolución y sigue los consejos de otras personas más competentes. Si se te presenta todavía algún obstáculo en la marcha, reflexiona bien y, según las circunstancias, sigue conformándote a lo que te parezca más justo. Este es el fin preferible, puesto que al tratar de conseguirlo no se expone uno al fracaso. Aquel que en todas las cosas sigue a la razón sabrá conciliar la lentitud con la vivacidad necesaria y el buen humor con la gravedad.

El hombre instruido y modesto dice a la Naturaleza, que es la que da y quita todo: «Dame lo que quieras y llévate lo que te plazca»; y no lo dice por arrogancia, sino más bien por deferencia y por un convencimiento.

Ya no se trata de discutir esta tesis: ¿Qué es un hombre de bien?, sino de serlo.

Compara sin cesar la eternidad del tiempo y la inmensidad de la materia; cada uno de los cuerpos es, respecto a ésta, un grano de arena, y con relación al tiempo, una rosca de tornillo.

La tierra necesita la lluvia, como también el aire bienhechor; el mundo se complace también en dar vida a todo lo que debe existir. Por consiguiente, yo digo al mundo: amo todo cuanto tú amas. ¿Acaso esto no se complace asimismo en llegar a existir?

No dejes de observar que todo cuanto se hace hoy se ha hecho siempre y se hará. De todas las comedias y escenas del mismo género que tú has visto o que tú conoces por la historia antigua, acuérdate, por ejemplo, de toda la corte de Adriano, de Antonio, de Filipo, de Alejandro, de Creso. Todo eso no era diferente de lo que ves ahora, solamente los actores varían.

Sí; tus amados hijos no son sino pobres hojas, hojas son también esos hombres que te aclaman con sinceridad aparente y te alaban, o bien, al contrario, te maldicen y te molestan en secreto con sus reproches y sátiras; hojas igualmente aquellos que después de tu muerte evocarán tu recuerdo. Todas estas hojas que nacen con la primavera, el viento después las echa a tierra: en seguida el monte las reemplaza con otras. Pero el destino común es el de no durar más que un momento; y tú en todo temes y deseas como si todo fuese eterno. Todavía un poco más de tiempo y tú cerrarás los ojos, y aquel que te haya conducido a la tumba será pronto llorado por otro a su vez.

Meditaciones Marco Aurelio LIBRO XI

Aquellos que te ponen obstáculos en el camino de la razón no sabrían desviarte de una buena acción; así pues, que no te aparten de tu corazón los sentimientos de afecto hacia ellos; pero guárdate bien de uno y otro lado a la vez: no solamente demuestres tu firmeza en la manera de pensar y hacer, sino, además, una dulzura inalterable hacia los que intenten ponerte obstáculos o que te sean causa de otra cosa desagradable. Por consiguiente, no existirá menos debilidad al desearles el mal que al abstenerte de tu buena acción y dejarte intimidar; es igualmente uno culpable de deserción cuando se retrocede por miedo ante “el enemigo” o cuando se vive en desavenencia con aquel que la Naturaleza te ha dado como
hermano y como amigo.

Si es verdad que los objetos enturbian tu alma, bien por los deseos o creencias que te inspiran, no vienen en tu busca, sino que eres tú quien va hacia ellos, modifica la opinión que de ellos te has formado; estos objetos quedarán en su lugar y quedarás exento de deseos y de creencias.

¿Alguien va a despreciarme? Esa es su ocupación; la mía es la de guardarme muy bien de que en mis acciones y palabras no se encuentre nada que justifique su desprecio. ¿Va a odiarme? Esa es su ocupación; la mía es la de ser indulgente y benévolo con todo el mundo y la de estar preparado para desengañarle, no con insolencia ni fingiendo moderación, sino con noble franqueza y con bondad.

Es un secreto el vivir feliz, y es en el alma donde reside. Es suficiente ser indiferente a las cosas que por sí solas no son buenas ni malas. El medio para ser indiferentes es el de apreciar a cada una de ellas aparte, en sus detalles y su conjunto, observando bien que ninguna nos obliga a formar de ellas una opinión cualquiera ni vienen a buscarnos. Ninguna se mueve de su lugar, somos nosotros los que juzgamos sobre ellas y cuyo juicio grabamos en nosotros mismos. Luego depende de nosotros el no grabarlos, y hasta borrarlos si se deslizan sin que los advierta nuestro espíritu.

Fuera de esto, esta atención durará poco, puesto que terminará con nuestra vida. Por último, ¿Qué es lo que hay en ellas que sea muy difícil? Si las cosas que se presentan convienen a tu naturaleza, acéptalas con placer y sin dificultad. Si no la convienen, busca en ti mismo aquello que pueda convenirla, y corre hacia ese fin, aunque nada tenga de glorioso.

Primeramente: ¿Cuál es el lazo que tan fuerte me une a estos hombres? El haber nacido los unos para los otros, y que, desde otro punto de vista, he nacido para colocarme a su cabeza, como un carnero va delante de un rebaño o el toro delante de la vacada. Sube más alto, al origen; abstracción hecha de los
átomos, es la Naturaleza quien rige todo en el universo; luego si es así, los seres que no son del todo buenos son hechos por los mejores, y estos unos por los otros.

¿Cuál es la conducta de estos en la mesa, en la cama o en otra parte? Sobre todo, ¿a cuántas miserias no se ven expuestos, desgraciadamente, por sus opiniones? Y, no obstante, ¡qué orgullo con sus miserias!

En su conducta, si hacen el bien, no hay que estar descontentos; si hacen el mal, es involuntariamente y por ignorancia. Por consiguiente, ningún alma está privada, si no es por su culpa, no solamente del conocimiento de la verdad, sino tampoco de esta justicia que la inclina a tratar a cada uno como se merece. Es por eso por lo que no sufren que se les trate de ingratitud, de injusticia, de avaricia y, en una palabra, de mala educación hacia el prójimo.

Tú también tienes bastantes debilidades y los mismos defectos que los demás. Si te abstienes de ciertas faltas, no por eso estás menos dispuesto a cometerlas; es el miedo, el amor propio o algún otro motivo parecido el que te impide delinquir como ellos.

¿Son ellos tan culpables? Tú no lo sabes de cierto. Muchos son los detalles que entran en la gestión de este asunto, y, en general, es necesario estar bien informado en muchas particularidades, antes de juzgar perentoriamente la conducta de otro.


¿Sufres una violenta indignación o una ardiente impaciencia? Piensa en que la vida del hombre es de corta duración; al cabo de un instante estaremos todos en la tumba.

Aquello que nos indigna no son las acciones de los otros, pues tienen su principio en el espíritu que las guía; son nuestras propias opiniones. Suprime, pues, tu opinión; cesa con firme resolución de juzgar tus acciones como molestas para ti, y tu cólera se disipará. ¿Cómo suprimir tu opinión? Haciéndote este razonamiento: que nada hay en ellas que sea vergonzoso para ti. Luego el verdadero mal no consiste en hacer lo que nos cause vergüenza. Si fuese de otro modo, serías, a pesar tuyo, culpable de muchas faltas; podrías ser hasta un granuja o cualquier otra clase de malhechor.


¿Cuán mayor es el mal de la ira y el enfado suscitados por las acciones que otros nos hacen, que las mismas acciones que nos encolerizan y desazonan!

La dulzura es una fuerza invencible cuando es sincera, sin afectación y sin disfraz. ¿Qué te sucederá con el más insolente de los hombres si tú te propones tratarlo con dulzura; si, cuando el caso lo requiere, tú estás satisfecho de poder dar dulcemente buenos consejos y una sabia lección en el mismo momento que él se esfuerza en ultrajarte? “No, querido mío; nosotros hemos nacido para obrar de otra forma; no es a mí a quien engañarás, sino a ti mismo, querido amigo”. Hazle comprender, pero con cuidado y en términos generales, que ahí es donde está la verdad, que ni aun las abejas y otros seres destinados a vivir en sociedad lo harían de ese modo. No obstante, no es preciso que esa lección tenga aire de burla, ni de
insulto; debes darla con un tono afectuoso y sin aspereza; no como un maestro de escuela, ni por hacerte admirar de alguien de los que te rodean, sino como si estuvieras solo, aun cuando hubiera otros testigos.

Al momento de sentirte enfadado, no olvides que es indigno del hombre dejarse arrastrar por la cólera, y que la paciencia y la dulzura son las cualidades al mismo tiempo más humanas y más fuertes; ellas indican vigor, coraje y energía; y no se puede decir lo mismo de la cólera y del despecho. Cuanto más se
aproxima la paciencia a la impasibilidad, es más fuerte. Si la tristeza es un signo de debilidad, la cólera es otro; en ambos casos se han recibido heridas, se ha capitulado.

Querer que los malos no cometan ninguna falta es una locura, pues es querer lo imposible; por otra parte, admitir que sea para los otros lo malo que ellos tienen y querer que no comentan ninguna falta contigo es razonar como un insensato o como un déspota.

El alma tiene cuatro inclinaciones contra las que es preciso estar siempre al acecho; en el momento de observarlas, debes instruirlas haciendo para cada una de ellas estas diversas reflexiones: esta es un fantasma de mi imaginación y, por lo tanto, no es verdad; aquella se propone arruinar a la sociedad; vas a decir tal o cual cosa que tú no sientes así en el fondo de tu corazón, piensa que no hay nada más miserable que el hablar contra lo que uno piensa. Por último, en el cuarto caso, tendrás un verdadero motivo para censurarte, puesto que la parte más divina de ti se halla vencida y sujeta por la menos estimada, por la parte mortal, por el cuerpo y sus bajos apetitos.

En los libros de los efesios hallábase este precepto: “no apartes de tu imaginación el recuerdo de algún antepasado estimable por sus virtudes”.

Los pitagóricos nos recomiendan que elevemos la vista al cielo desde por la mañana para que tengamos presente el recuerdo de esos seres que siempre, por el mismo camino y de la misma forma, llevan a cabo su tarea, y para que imitemos su perfecto orden, su pureza y su desnudez, pues los astros se hallan desprovistos de todo velo.

Meditaciones Marco Aurelio LIBRO XII

Tu persona se compone de tres sustancias: de un cuerpo, de un alma animal y de otra razonable. Las dos primeras te pertenecen en el sentido de que estás obligado a cuidarte de ellas; pero es solamente la tercera la que es de tu propiedad. Luego si llegas a apartar de ti, de tu espíritu, todo aquello que los demás hombres hagan o digan, lo que tú has hecho o dicho, toda aprensión de los acontecimientos posibles, todo cuanto suceda independientemente de tu voluntad, al cuerpo que te envuelve o al alma animal unida con él, y aquello que un torbellino hace rodar a tu alrededor, de tal suerte que tu espíritu se desinterese de los destinos comunes, no viva sino consigo mismo, puro, libre, practicando la justicia,
resignándose a lo que le sobrevenga, sin apartarse nunca de la verdad;

si tú llegas, digo, a desterrar de ese espíritu que te gobierna las impresiones demasiado vivas de los sentidos, las ideas sobre lo que pueda acontecer y los recuerdos de lo pasado; si llegas a parecerte a la esfera de Empédocles: esfera perfecta que se regocija de su graciosa estabilidad; si no piensas en vivir más de lo que tú vives, quiero decir el momento presente, estarás en condición de poder pasar el resto de tus días hasta la muerte sin turbación ninguna, con independencia y de perfecto acuerdo con el genio que está en ti.

Muchas veces me he preguntado con extrañeza por qué el hombre, que en general tiene un amor propio exclusivo por sí mismo, da, no obstante, menos importancia a la opinión que de sí tiene que a la de los demás... Es, pues, en verdad, la opinión pública la que nos interesa más; antes miramos al qué dirán que lo que podamos decir de nosotros mismos.

Acostúmbrate a lo que creas por encima de tus fuerzas. Ve la mano izquierda: por la falta de costumbre, es generalmente débil en todo; no obstante, tiene la brida más fuerte que la derecha, porque está acostumbrada a ella.

Observa con atención las ideas despojadas de aquello que las envuelve: los motivos de las acciones; lo que es el dolor, el placer, la muerte y la gloria; cuál es aquel que se ha preparado obstáculos; cómo nadie se ve impedido por otro; que todo no es más que una opinión.

Si no es apropiado, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas. Que tu impulso sea firme.


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