Cortisol alto y estrés: una relación tóxica

La relación cortisol alto y estrés supone efectos muy perjudiciales para nuestra salud y casusa de muchas enfermedades. Marian Rojas Estapé en su libro «Cómo hacer que te pasen cosas buenas» dedica un capítulo entero al cortisol y nos ayuda a entender cómo funciona esta relación tan tóxica.

Imagina que estás en un cine o un teatro y oyes que alguien grita: —¡Fuego! Inmediatamente te pondrías alerta y buscarías corriendo y con angustia la salida más próxima. ¿Qué sucede en ese instante en tu cuerpo? El organismo se sobresalta y manda una señal al hipotálamo, que, a su vez, activa otras zonas cerebrales.

Tras una situación de peligro, las glándulas suprarrenales, ubicadas encima de los riñones, tras recibir la señal del hipotálamo, liberan una serie de hormonas entre las que destacan la adrenalina y el cortisol.

Comienza una respuesta involuntaria del organismo a través de señales hormonales y nerviosas —la mente a veces todavía no ha tomado conciencia del peligro— con la taquicardia, sudoración y subida de temperatura que todos hemos experimentado en algún momento. Esta información pasa por el tálamo y por la corteza cerebral, donde se procesa de forma cognitiva la información recibida y se decide, en la medida en que la sensación de miedo lo permite, cómo responder ante la amenaza.

El cortisol en sí no es malo, lo que es perjudicial para el organismo es su exceso.

Si no contáramos con el cortisol probablemente nos quedaríamos sentados en nuestra butaca disfrutando del espectáculo de humo y llamas. El cortisol, por lo tanto, es fundamental para la supervivencia. Imagina, en cambio, la situación real. Te levantas con taquicardia, hiperventilación y sensación de angustia e intentas buscar la salida más próxima.

Ya en la calle, alguien te dice que no te preocupes, que estaban arreglando las alarmas y saltaron sin motivo, pues no hay ningún incendio. En ese instante, reabren las puertas y diez minutos después todos los asistentes vuelven a ocupar sus lugares. Cierto, todo el público regresa a su situación anterior, pero realmente nadie se encuentra en las mismas condiciones fisiológicas y mentales que antes de que sonara la alarma.

¿Por qué? Ese pico de cortisol que hemos experimentado tarda varias horas en desaparecer del todo y regresar a un nivel normal. Por lo tanto, ¿Cuál es la función del cortisol?

cortisol alto
cortisol y estrés

El cortisol alto afecta de forma profunda a múltiples sistemas del organismo.

Con el cortisol alto nos preparamos para salir corriendo, la sangre viaja de los intestinos a los músculos para ayudarnos y potenciar la acción evasiva o defensiva, por eso perdemos el apetito en los momentos de angustia. Los sentidos se activan («Tengo los nervios a flor de piel»), intentando percibir cualquier estímulo que ayude a identificar la amenaza intuida. Tu musculatura recibe las señales necesarias (tanto nerviosas como bioquímicas) para prepararse para la evasión del peligro o la lucha.

El cortisol ayuda a que el oxígeno, la glucosa y los ácidos grasos puedan cumplir sus respectivas funciones musculares. El ritmo cardíaco acelerado hace que el corazón bombee más rápido, facilitando el transporte de sangre y nutrientes a los músculos para que estos puedan responder ante la eventual amenaza.

El cortisol alto, por otra parte, inhibe la secreción de insulina, provocando la liberación de glucosa y proteínas a la sangre. Por eso, si el cortisol no está bien regulado en un tiempo no muy lejano puede aparecer la temida diabetes.

— Esta hormona ayuda a regular el sistema osmótico del cuerpo, agua-minerales. Es clave en el control de la tensión arterial, participa en los huesos (el cortisol puede favorecer la aparición de la osteoporosis) e incluso en los músculos (contracciones, tirones, calambres…).

El cortisol afecta afecta profundamente al sistema inmunológico, evitando la inflamación.

El hecho de que el cortisol «apague» los procesos de inflamación con los que el cuerpo reacciona, es imprescindible para entender la aparición de algunas enfermedades graves. Ante el estrés, el organismo dosifica sus recursos energéticos. El sistema inmune precisa gran cantidad de energía; por eso cuando enfermas te sientes agotado; en gran medida tu energía está siendo canalizada y empleada por tu sistema defensivo.

Por tanto el cortisol alto altera a nivel endocrinológico a varios sistemas:

Sistema reproductivo; el estrés y el sufrimiento pueden alterar el ciclo normal de la mujer o la capacidad para quedarse embarazada.

Sistema de crecimiento, impidiendo crecer de forma y con ritmos naturales (estrés infantil).

Sistema tiroideo, con la aparición de alteraciones (tanto hiper como hipotiroidismo) u otras enfermedades relacionadas con esa glándula.

Cortisol alto y estrés

Un tiempo después regresas al mismo lugar. Te sientas en la butaca y de repente, no sabes por qué, estás alerta. Te levantas y oteas con la mirada algún lugar cercano a la puerta de emergencia. Incluso lo piensas bien y cambias de sitio para sentir la proximidad de la salida. Lo que te ocurre es que estás reviviendo la angustia de la vez anterior.

Cuando pensamos en cosas que nos preocupan, esos pensamientos tienen un impacto similar a la situación real.

Tu cuerpo en ese momento está generando la misma cantidad de cortisol que cuando «de verdad» sonó esa alarma. Tu mente y tu cuerpo no distinguen lo que es real de lo que es imaginario. Cada vez que imaginamos algo que nos agobia, se activa en el organismo el mismo sistema de alerta, y se libera el cortisol que sería necesario para hacer frente a esa amenaza.

¿Qué pasa si vivimos preocupados constantemente?

Las preocupaciones o la sensación de peligro prolongada —real o imaginario— pueden aumentar los niveles de cortisol hasta un 50 por 100 por encima de lo recomendable. ¡Dato fundamental para entender el estrés!: el cuerpo no se pone en marcha únicamente ante un peligro real o una amenaza. También se activa —¡de la misma manera!— ante la inquietud de poder perder nuestro trabajo o nuestros bienes o ante la posibilidad de que peligre nuestro prestigio, una amistad o nuestra posición social en la comunidad o en un grupo determinado.

El cortisol es una hormona cíclica, durante la noche su nivel es bajo y asciende hasta el pico de las ocho de la mañana volviendo luego a descender de manera progresiva. La liberación del cortisol posee un patrón que sigue habitualmente el ritmo de la luz: se libera más al despertarse, lo que resulta en cierto modo beneficioso para activarnos por las mañanas, decrece a lo largo del día y aumenta ligeramente al anochecer.

Cuando el cortisol se eleva de forma crónica pasa a comportarse como un agente tóxico .

El estrés es uno de los factores predominantes que articula la respuesta inflamatoria del organismo. A través de los tres principales circuitos —endocrino, inmunológico y neuronal—, el estrés provoca modificaciones sustanciales en el correcto funcionamiento de los sistemas involucrados en el proceso inflamatorio.

— En el endocrino, el organismo responde activando la liberación del cortisol y de la norepinefrina. Si uno se «intoxica» por cortisol en sangre, se produce una alteración de la respuesta inflamatoria. El cortisol es un potente antinflamatorio.

— En el sistema inmunológico, las células de defensa, que disponen en su membrana de receptores específicos para el cortisol, se vuelven más sensibles y dejan de controlar de forma tan específica la inflamación.

— El sistema nervioso es el responsable de elaborar y coordinar la respuesta frente a una amenaza o peligro. El cerebro, mediante el sistema nervioso periférico (el sistema nervioso simpático posee una importante función) ayudado del sistema hormonal (cortisol), pone en alerta al resto del cuerpo. Estas señales permitirán los cambios de nuestro organismo a que nos hemos referido para adaptarse a ese peligro.

Si el estrés se convierte en crónico, los mecanismos de adaptación y reacción se saturan, pudiendo producirse un bloqueo neurológico que derive en diferentes enfermedades.

Por lo tanto, una persona bajo estrés continuo sufre principalmente dos problemas: por una parte, el crecimiento y la regeneración sana del cuerpo se detienen y, por otra, el sistema inmunológico se ve inhibido.

Cortisol y estrés: El sistema nervioso

El sistema nervioso vegetativo está formado por el conjunto de neuronas que regulan las funciones involuntarias. Este sistema se subdivide a su vez en el sistema nervioso simpático y el nervioso parasimpático, dos sistemas completamente antagónicos, el primero relacionado con la acción y el segundo, con el reposo.

EL SISTEMA NERVIOSO SIMPÁTICO

El sistema simpático está relacionado con el instinto de supervivencia, con el comportamiento que se activa en los momentos de alerta.

Pone en marcha mecanismos de aceleración y fuerza de la contracción cardiaca, estimula la erección capilar y la sudoración. Facilita la contracción muscular voluntaria, provoca la dilatación de los bronquios para favorecer una rápida oxigenación, propicia la constricción de los vasos redirigiendo el riego sanguíneo desde las vísceras a los músculos y el corazón. Provoca la dilatación de la pupila para captar mejor cuanto nos rodea y estimula las glándulas suprarrenales para la descarga de adrenalina y cortisol.

Todo esto viene muy bien para mantenernos alerta en situaciones novedosas, en las que sentimos incertidumbre o en las que nuestra seguridad personal se ve amenazada. Si hay que darse a la fuga, resulta conveniente que la sangre no se encuentre en nuestro aparato digestivo sino en los músculos de nuestras extremidades, pues ya tendremos tiempo de hacer la digestión cuando nos encontremos a salvo de la amenaza que se cierne sobre nosotros.

El sistema simpático es, por lo tanto, clave en la reacción de estrés que se produce ante lo desconocido, lo que no controlamos o con lo que no estamos familiarizados. Pero una activación constante de este sistema puede resultar muy perjudicial para la salud, entre otras cosas porque impide la regeneración de los tejidos que favorece el sistema parasimpático.

EL SISTEMANERVIOSO PARASIMPÁTICO

Prioriza la activación de las funciones peristálticas y secretoras del aparato digestivo y urinario. Propicia la relajación de esfínteres para el desalojo de los excrementos y la orina, provoca la constricción de los bronquios y la secreción respiratoria. Fomenta la vasodilatación para redistribuir el riego sanguíneo hacia las vísceras y favorecer la excitación sexual, y es responsable de la disminución de la frecuencia y fuerza de la contracción cardiaca.

En general, el sistema nervioso parasimpático está relacionado con el cuidado de las células y los tejidos, evitando o reduciendo su deterioro, de tal forma que podamos vivir más tiempo y en mejores condiciones.

VIDEO: Cómo disminuir el cortisol, la sustancia antifelicidad

Si lo prefieres puedes escuchar a la propia Marian Rojas explicarte por qué el cortisol en la sustancia antifelicidad.

Los síntomas derivados del «cortisol tóxico»

La vida actual es más «inflamatoria» que la de antes.

El estrés crónico reduce la sensibilidad de las células inmunitarias al cortisol. Es decir, el sistema defensivo del organismo se desactiva y es incapaz de luchar contra una amenaza real. Frena la capacidad de regulación inflamatoria y, por lo tanto, el cuerpo es incapaz de defendernos contra los peligros. De hecho, tras las situaciones de amenaza, miedo o tensión se activan sustancias —prostaglandinas, leucotrienos, citoquinas…— que pueden resultar profundamente dañinas para los tejidos.

Esta es la causa por la cual en esos momentos somos más propensos a contraer infecciones. ¿A quién no le ha sucedido que unos días después de comenzar las vacaciones, enferma? Nuestro cuerpo se debilita y cede paso a algún catarro, infección de orina o gastroenteritis.

Esta alteración del cortisol-sistema inmunológico llega hasta los genes.

Sabemos que «el cortisol tóxico» altera hasta los niveles más profundos. Las células «nuevas» llegadas desde la medula ósea serán insensibles al cortisol desde el nacimiento. Esto puede ser la causa de muchas enfermedades y trastornos de hoy en día. Estamos en pleno campo de experimentación.

La sola idea de sentirse amenazado aumenta la producción de las citoquinas inflamatorias, proteínas que pueden resultar muy dañinas para distintas células del organismo. Esto suele asociarse a una reducción de células de nuestro sistema inmune, lo que nos hace más proclives a contraer infecciones.

¡Y al contrario! Cuando, en lugar de sentirnos amenazados por otros, nos sentimos comprendidos y colaboramos con los demás, se activa el nervio vago, que forma parte del sistema parasimpático.

¿Qué sucede cuando el nivel de cortisol permanece elevado durante mucho tiempo?

Las personas que viven constantemente estresadas, alerta o con miedo, sufren un mayor deterioro de sus células y un envejecimiento precoz. Hoy sabemos que muchas enfermedades se activan y comienzan tras periodos de estrés crónicos donde las personas conviven con esas sensaciones. Si estamos «intoxicados» por cortisol, esta hormona está inundando la sangre en lugar de la serotonina o la dopamina, hormonas que tienen un impacto positivo y de bienestar en el cuerpo y en la mente.

Esta sintomatología se manifiesta a tres niveles: físico, psicológico y conductual o de comportamiento

FÍSICO

Algunos síntomas son: caída de pelo —alopecia—, temblor de ojo, sudoración excesiva de manos y pies, sequedad de la piel, sensación de nudo en la garganta, opresión en el pecho, sensación de ahogo, taquicardias, parestesias —adormecimiento de extremidades —, problemas y cambios gastrointestinales, colon irritable, dolores musculares, problemas en la tiroides, migrañas, tics, artritis, fibromialgia, alteración ciclo menstrual, acné…

Dolor constante por el estrés

Golpearse, hacerse heridas, caerse… forman parte de la vida de cualquiera. El organismo responde ante ese accidente poniendo en marcha los mecanismos de autocuración, entre ellos, la inflamación. Esta respuesta es buena y sana porque previene el cuerpo de infecciones y de males peores ayudando a reparar el daño producido en las células y de los tejidos. La rigidez en la musculatura, la sensación de dolor constante, de pesadez o tirantez tienen una explicación cuya causa última no siempre está en el aparato locomotor.

El estrés mantenido de forma crónica, la falta de ejercicio sano o la alimentación son algunas de las causas de ese dolor constante. Esta es una de las razones por las que hoy se abusa de los AINES, fármacos antiinflamatorios como el ibuprofeno.

Los dolores musculares no solo son debidos a la inflamación provocada por el mecanismo adrenal-cortisol-inmunológico, sino por la activación del sistema nervioso simpático que conduce de forma involuntaria al cuerpo a adoptar una postura defensiva. A veces esas molestias musculares son muy intensas en la zona mandibular debido a un movimiento constante de apretar los dientes —bruxismo—, que acaban desgastándolos y dañando la articulación de la mandíbula. El bruxismo es especialmente intenso durante la noche. Hoy es muy común dormir con aparatos adaptados para este problema.

PSICOLÓGICO

Se produce un cambio en los patrones de sueño, irritabilidad, tristeza, incapacidad para el disfrute, apatía y abulia. En un estado permanente de alerta surgen fallos de concentración y/o de memoria. La ansiedad permanente es la puerta deslizante hacia la depresión. Muchas depresiones provienen de vivir alerta durante largos periodos de tiempo.

La memoria es muy sensible a los niveles de cortisol. El hipocampo es la zona del cerebro responsable del aprendizaje y de la memoria, y se ve afectada directamente por cambios en los niveles de cortisol. Como cuando estamos nerviosos en un examen y nos quedamos en blanco. Lo que te ha sucedido es que has bloqueado tu hipocampo por culpa de un aumento súbito de cortisol. Esos nervios anticipatorios, bloquean el hipocampo y la memoria, provocando que nuestros temores, inicialmente infundados, se hagan realidad.

CONDUCTUAL

Con altos niveles de cortisol uno tiende al aislamiento, no le apetece ver a sus amigos o familiares. Le cuesta iniciar una conversación y esquiva las actividades habituales. Por otra parte, se muestra inexpresivo en actos sociales, sin ganas de abrirse a otros. El estrés fisiológico —eustrés— no es malo ni tóxico, todo lo contrario. Lo realmente perjudicial sucede cuando, desaparecida o siendo infundada dicha amenaza, la mente y el cuerpo siguen percibiendo la sensación de peligro o miedo.

Un cerebro estresado es la consecuencia de vivir inundados de pensamientos tóxicos.

Hemos visto que el cerebro no sabe diferenciar lo que es real de lo que es imaginario. Cuando modificamos el físico, la mente y la emoción lo perciben y por eso es tan importante tomar conciencia de los pensamientos. Pensar altera nuestro organismo. La mente tiene un extraordinario control e influencia sobre el cuerpo. Los pensamientos influyen de forma directa en la mente y en el organismo. Si piensas en alguien a quien quieres, tu cuerpo segrega oxitocina, dopamina… Si imaginas algo que te asusta automáticamente generas hormonas de estrés.

Los pensamientos ejercen un gran poder sobre tu cerebro y sobre tu cuerpo.

Si muestras a la mente constantemente un evento del pasado o un posible suceso negativo del futuro, tu cerebro entiende que es ahí donde quieres asentarte, donde quieres estar enfocado. ¿Qué se produce? Tu atención se queda enganchada, aprisionada en pensamientos tóxicos del pasado o del futuro, es decir, la mente no consigue gestionar y focalizar su atención de forma correcta.

Lo peligros es que cada vez que pensamos en algo negativo, angustiante o perjudicial, el cerebro recibe una señal para elaborar circuitos neuronales especializados que nos asentarán de forma fija en esas ideas.

ALIMENTACIÓN, INFLAMACIÓN Y CORTISOL

Sabemos que algunos alimentos tienen una relación importante con enfermedades graves, como puede ser el cáncer. En los últimos años los hábitos de alimentación se han modificado ostensiblemente. En la actualidad, según los datos que manejan los especialistas en nutrición, nuestro organismo ingiere un 30 por 100 más de alimentos proinflamatorios que hace unos años. Las personas con inflamación crónica poseen niveles por debajo de lo recomendable de algunas vitaminas —D, E y C— y de niveles de omega 3.

Por otra parte, la inflamación persistente altera la barrera intestinal promoviendo una mayor permeabilidad a ciertas sustancias. Esto termina perjudicando al sistema inmune, pudiendo acabar en molestias y reacciones negativas tras ingerir algunos alimentos. Los alimentos que activan la inflamación tienen enorme relación con la liberación de insulina por parte del páncreas. Entre estos encontramos el alcohol —sobre todo a dosis altas—, grasas saturadas, bebidas azucaradas y harinas refinadas, especialmente de las empleadas en bollería industrial.

Cuidado con la CRI, la «comida rápida inflamatoria».

Según un estudio publicado recientemente en Harvard, las mujeres con alimentación rica en productos inflamatorios —harinas blancas, grasas saturadas y trans, bebidas azucaradas y carnes rojas— tienen un riesgo un 41 por 100 mayor de padecer depresión.

Alimentos que tienen efecto antiinflamatorio

—El omega 3.

—Algunas especias como la cúrcuma, que posee un efecto antiinflamatorio potente.

—Los cítricos.

— La vitamina D. Cada vez existen más estudios que asocian depresión con bajos niveles de vitamina D.

— La cebolla, el puerro, el perejil, el laurel y el romero.

¿QUÉ ROL JUEGA EL APARATO DIGESTIVO EN LA INFLAMACIÓN?

Hay una conexión importante del cerebro con el intestino. La carencia de flora bacteriana tiene una repercusión importante en el organismo, incluido el cerebro. Se está prestando especial atención a la relación causa-efecto entre ciertos cambios bruscos en la flora bacteriana y simultáneas alteraciones del estado de ánimo o la conducta del paciente. Las teorías son diversas. Una revisión publicada en el 2015 —Kelly et al.— sugiere que los déficits en la permeabilidad del intestino pueden ser la causa de la inflamación que aparece en los trastornos del ánimo.

Por otro lado, se dice que algunos microorganismos segregan sustancias que desempeñan la labor de neurotransmisores en el cerebro. Finalmente, algunos especulan con que algunas de las sustancias producidas por esos microorganismos del tubo digestivo afectan directamente al sistema inmune o al sistema nervioso.

La microbiota posee un papel fundamental en la regulación de la permeabilidad intestinal y en el componente inflamatorio de la depresión.

La serotonina, hormona de la felicidad y del bienestar, del apetito, de la libido y de múltiples funciones de la mente y del cuerpo, es la responsable de los estados de ansiedad y depresión. Sería un error reducir la depresión a los niveles de serotonina cerebrales. Aproximadamente el 90 por 100 de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino, el resto por el cerebro.

Cada vez existen más investigaciones sobre los probióticos y el estado de ánimo. En diciembre de 2017, fue publicado un estudio en la revista Brain, Behavior and Inmunity sobre cómo los probióticos contrarrestan tendencias depresivas. En la Universidad de Aarhus, los investigadores resaltaron los beneficios de los probióticos no solo en la salud intestinal, sino en el estado de ánimo.

¿PODEMOS CONSIDERAR LA DEPRESIÓN UNA ENFERMEDAD INFLAMATORIA DEL CEREBRO?

Existe una relación importante entre la inflamación, especialmente la crónica, y las enfermedades. Pero ¿Qué sucede con la depresión? ¿Qué papel juega la inflamación en los procesos depresivos? En 2018, el equipo del doctor Meyer constató tras analizar exhaustivamente imágenes que personas que habían sufrido años de depresión mostraban alteraciones en el cerebro, con un incremento en las células inflamatorias, es decir, un exceso en la respuesta inmunitaria.

¿Qué sucede con los niños que sufren violencia, traumas, heridas severas y bullying ? Estudios recientes (Cattaneo, 2015) sugieren que el estrés en la infancia — bullying, separación de los padres, abuso físico o psicológico…— provoca procesos inflamatorios que pueden hacer a los niños más vulnerables a sufrir trastornos del ánimo, mayor vulnerabilidad e incluso provocar depresión en la edad adulta.

Uno de los principales problemas en el diagnóstico y tratamiento de la depresión es la falta de marcadores que permitan afrontarla de forma más personalizada y específica. Uno de los parámetros más fiables en este aspecto es la proteína C reactiva en sangre, que ya se puede medir, que si está elevada en sangre está relacionada con falta de energía, alteraciones del sueño y del apetito.

En octubre de 2016 fue publicado un artículo en la revista Molecular Psychiatry por el doctor Golam Khandaker donde estudiaba los efectos de la aplicación de antiinflamatorios sobre la depresión. Se emplearon fármacos anticitoquinas —antimoléculas inflamatorias — para tratar enfermedades inflamatorias autoinmunes. Al recoger los resultados y analizar los efectos secundarios, advirtieron, ¡con sorpresa!, que existía una mejoría de los síntomas depresivos.

Los tratamientos farmacológicos están lejos de ser infalibles: un tercio de los pacientes no responden a los antidepresivos que están en el mercado. Alrededor de un tercio de los pacientes que no responden a los antidepresivos convencionales muestran evidencia clara de inflamación.

Cortisol y estrés, A modo de resumen:

— La depresión va unida a una inflamación crónica de bajo grado asociada a una activación del sistema inmune (por causa de citoquinas y otras sustancias).

— La depresión se presenta con frecuencia en las enfermedades inflamatorias, cardiovasculares y en el cáncer.

— La administración de algunos fármacos inmunomoduladores produce sintomatología depresiva.

— Las personas que sufren de diabetes tiene un riesgo dos veces mayor de sufrir depresión.

— Hoy sabemos que el estrés, el tabaco, las alteraciones digestivas y los niveles bajos de vitamina D van acompañados de una respuesta inflamatoria. La inflamación no solo fomenta el inicio de la depresión, sino que es un factor clave en su respuesta y remisión.

—La inflamación es un proceso esencial en la depresión. Debe ser tenida en cuenta en diferentes momentos: como marcador de la enfermedad pero también como respuesta al tratamiento. Puede ser útil realizar un seguimiento de los niveles de inflamación en el transcurso del tratamiento para observar las posibles resistencias o respuesta al mismo.

— El estudio de la inflamación nos abre un mundo nuevo de posibilidades en el tratamiento de las depresiones resistentes a los tratamientos convencionales.

— Es clave para entender y asociar síntomas y trastornos orgánicos que coexisten (enfermedades cardiovasculares-depresión, ansiedad crónica-trastornos endocrinos, etc.).

— Cuando enfermamos, generamos sustancias que avisan al cuerpo de que algo no funciona: las famosas citoquinas. En la depresión los niveles de citoquinas se elevan de forma importante. En otras enfermedades mentales, como puede ser el trastorno bipolar, sabemos que en las fases de remisión los niveles de citoquinas se estabilizan.

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